No pegué un ojo en toda la noche y terminé despertando al mediodía.
—Virginia... —ella me sonríe.
—¿Cómo está, señorita?—
Me duele la cabeza y tengo muchísima sed. Además de no haber dormido, lloré.
Lloré mares de lágrimas. Me ardía el corazón y el cerebro parecía exprimirse cada vez que recordaba que él... tocó a otra mujer.
Hace tan solo unas horas, él y yo tuvimos una noche íntima, una que parecía inolvidable. Y pese a que me ofrecí, pese a que estaba dispuesta a que me hiciera suya... prefirió ir con otra.
No me tocó.
Me jode que a ellas les haga lo mismo que a mí. Quizá más.
¿Por qué ellas sí y yo no?
¿Qué tienen de especiales?
¿Son más altas que yo? ¿Más bonitas?
¿Acaso no puede notar cuánto me gusta?
No quiero verlo. No quiero nada con él. Juraba que la noche anterior sería especial... para los dos.
Porque aunque no me grites nada, tu cuerpo me ha gritado todo, Dante.
Y me duele. No somos nada, pero me siento traicionada.
—Tiene los ojos hinchados de tanto dormir —dice Virginia