Dante dejó la ropa mojada en el baño y simplemente se ciñó una toalla a la cintura, con los brazos cruzados, observando a Sol vestirse.
Sus manos se volvían torpes a medida que él la miraba sin apartar los ojos ni un segundo.
—¿No estás pensando usar eso? ¿O sí?—
Era una camiseta de las que él odiaba, y más sabiendo que Marco estaría presente.
Cansada de la situación, tomó otra prenda y se vistió sin hablar. Se sentía tan furiosa... No podía pelear con él, ni siquiera negarse.
Él medía 1.90, ella 1.70... No se podía comparar con él en fuerza ni estatura.
—No soy nadita bueno para ti... pero no voy a dejarte ir. Ni harás lo que quieras. Harás lo que te ordene—él seguía marcando su territorio como un salvaje.
—¿Qué diablos quieres de mí? ¿Volverme loca? ¿Que muera de tristeza?—se pasó la mano por la cara, frustrada, y se sentó, apoyando la cabeza en sus manos.
Dante dio pasos lentos con su cuerpo imponente y ella sintió el calor de su pecho y abdomen en la espalda, mientras colocaba sus