Heridas del alma.
Mi última pintura no está en el estudio. ¿Acaso Dante la tiró a la basura?
Suspiro y busco un nuevo lienzo en blanco.
Trazo algunas líneas, pero las borro de inmediato. Suspiro con pesadez: no llega nada a mi cabeza. Me acerco a las flores y las huelo.
—Eres un estúpido... quieres jugar conmigo—me acuesto en el suelo frío con una rosa en la mano. La giro entre los dedos mientras mis pensamientos me asaltan sin piedad.
—¿Por qué te estoy dejando jugar conmigo? ¿Acaso yo... acaso me gustas, Dante?—
Si eso fuera cierto, estaría perdida. Y él nunca debería saberlo.
Si le doy ese poder sobre mí, podría exponerme demasiado... y no puedo permitírmelo si quiero salir de aquí.
—Puedo soportar dos años... sé que puedo—aunque me preocupa que, al verlo todos los días y seguir recibiendo placer de él, termine enamorándome.
Tengo un conflicto con mis propios pensamientos. Me abruman cada vez que me detengo a pensar en ello. No quiero quedarme atada a él. No es bueno para mí.
La única solución es ob