Estoy en el hospital. Mis días han sido horribles, entre malestares y cansancio. No soy la que una vez fui estando embarazada de Diana.

Entiendo que ahora son dos los que consumen mi energía y que tenía ayuda todo el tiempo.

Pero es tan difícil ser madre soltera.

Ni siquiera sé el sexo de estos bebés.

Y no paran de patearme.

He aumentado más de veinte libras. Apenas tengo seis meses y siento que voy a estallar.

Pero hoy me animaré a saber qué son. Lloro demasiado... me siento mal y necesito ayuda. Este embarazo ha sido muy difícil.

Ya no estoy trabajando, porque no puedo estar tanto tiempo de pie.

—Luna Lara, pase adelante —dice la enfermera.

Ya es mi turno para que me hagan una ecografía. Hasta el momento todo ha ido bien... por lo menos.

Y tampoco he podido olvidarme, ni un poco, de Dante. Es como si cada día que pasara lo extrañara más y más.

—Acomódese, por favor —me acomodo en la camilla y el doctor me vierte ese gel frío sobre el vientre.

Con el aparato, y mirando hacia la panta