Dante observó su muñeca. El chofer que había llevado a Sol a casa aún no regresaba. Abrió su laptop, dio un trago y accedió a las cámaras de seguridad de la casa de ella.
Sí, ella se marcharía, lo sabía... pero él se conformaría con verla a través de las cámaras ocultas: en la habitación, en la cocina, en el estudio, en el jardín... en cada rincón había cámaras. Algunas eran visibles, otras no. La de la habitación, por supuesto, era secreta.
Pero al revisar el acceso en tiempo real, notó que la casa estaba vacía.
Frunció el ceño.
Revisó las grabaciones, retrocediendo hasta la hora exacta en que se suponía que ella debía haber llegado... pero no. Sol nunca entró a esa casa.
Su cuerpo se tensó.
Se levantó de golpe, aterrado, y llamó de inmediato a sus hombres. Les dio instrucciones claras y concisas: encontrar al chofer que se había llevado a Sol.
Ya había intentado llamarlo varias veces, pero no contestaba.
Sin perder tiempo, salió con ellos en su búsqueda y se dirigieron directamente