Dime que es mentira

He tenido que dejar de llamar a Sol por trabajo. Se volvió sumamente difícil en los últimos días.

Le compré un regalito y ya voy de camino a casa. Quiero darle una sorpresa. También deseo llevarla a cenar, pero prefiero no decir nada hasta que todo esté listo.

La desesperación me embarga. Quiero verla, tocar su piel, deslizar mis manos por su espalda.

Lo realmente jodido será contenerme.

No tocarla.

No follármela como se lo describí con lujuria esa vez, en esa maldita llamada que aún me quema.

Siento que Sol sería muy buena en el sexo, por la forma en que me pide las cosas con vergüenza... y, aun así, es admirable.

Digna de cargar conmigo y todo mi deseo contenido, a punto de explotarme las pelotas.

Es algo tarde. Antes de ir a casa, tengo que pasar por donde mi padrino para darle cada detalle e informe.

___

—¿Entonces, todo quedó en orden?—pregunta.

—Por el momento, el flujo de dinero va bien. Ya tengo el lugar que compraré para construir el club desde cero. Quiero que tenga un sótan
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