—Infórmame en cuento sepas algo—ordena mi padrino antes de colgar. El doctor sutura la herida en la rodilla de Sol, y grita de dolor mientras la sostengo. La anestesia no hizo ningún efecto y le había dado un ataque de pánico por la sangre que no provenía de ella, si no de uno de mis hombres.
La traje al hospital donde él trabaja. Me aseguró que no habría problema en venir aquí, que nadie nos molestaría.
Mi padrino está en la habitación junto a mí, y varios de nuestros hombres vigilan todo el perímetro desde afuera.
Mi camisa blanca está manchada de sangre. Tengo algunos cortes superficiales en las manos, recordatorio del caos que acabamos de vivir, pero me dan igual.
Sin embargo, mis ojos no se apartan de Sol, que duerme profundamente, despues de llorar varías horas.
Su rodilla está vendada. El cristal que se le incrustó había llegado bastante profundo le costaría caminar por unos días.
La rabia contenida me carcome el pecho. Por un instante creí que Sol estaba herida de gravedad...