—Hey —me detengo en el marco de la puerta del estudio con los brazos cruzados. Sol voltea hacia mí.
Lleva una ramera corta y pantalones holgados. Su vientre se ve redondo y pequeño.
Me sonríe al levantarse, y se retuerce un poco como si le incomodara la espalda. Frunzo el ceño. Se acerca a mí y se deja caer en mis brazos, exhausta.
—Te voy a cambiar ese puto banco por una silla con respaldo —le digo, abrazándola mientras dejo besos sobre su cabeza.
—No, es que luego no podré trabajar bien. —
—Sol... no soy paterno, pero quiero a mi hija. ¿Lo entiendes, verdad? Si trabajar o estudiar te va a poner en riesgo, es mejor que pares hasta que puedas dar a luz... tendrás tiempo de sobra para todo. —
Ella ríe.
—Vaya... de odiar tener hijos a papá protector. —Esta mujer tan rencorosa...
—Pensamos igual —digo con sorna.
Vamos a mi oficina. Tengo algo que decirle, pero no sé cómo hacerlo.
No es porque me importe, de todos modos. Es por ella... y su reacción.
Levanto la vista de la laptop para mir