Al sentir el desgarrador vacío que deja la desconexión con su alfa, los lobos —niños, adolescentes, mujeres y ancianos— comenzaron a salir de sus casas, desorientados y con el instinto roto. Poco a poco, se fueron acercando, formando un círculo alrededor de Elyria y Gregor. Incluso los guerreros que ella había herido, pero no matado, se arrastraban con dificultad hacia ellos. Elyria no deseaba más sangre de la necesaria. Su objetivo siempre había sido claro: Ronald y Mairen. Nadie más le importaba. Nadie más merecía su furia.—¡Ganamos! —exclamó Elyria, sin poder ocultar la alegría que hervía en su pecho. Lo había prometido y lo había cumplido. El poder dentro de ella no la había fallado, y Gregor seguía a su lado, entero, firme, con la mirada más viva que nunca.—Así es, mi luna. Ganamos. Al fin podré dedicarme a cuidar de mi gente, sin que alguien sabotee cada paso ni planee herirme a través de los que amo.Gregor la rodeó por la cintura, fuerte y cálido, y con una mano le acarici
La larga cola del vestido azul cielo de Elyria se deslizaba como un río de seda sobre el suelo empedrado, arrastrando tras de sí una estela de encanto y solemnidad. Los adornos plateados entrelazados en su cabello centelleaban bajo la tenue luz, como si las estrellas hubieran descendido a honrarla. Tomada de la mano de su madre, Cloe, y de su hermana Thalia, Elyria descendió con elegancia de la camioneta que las había llevado hasta el salón de eventos, ubicado en el corazón mismo de la manada que alguna vez la había rechazado.—Hermana… esta noche parece sacada de un cuento —susurró Thalia con voz temblorosa, maravillada por el sendero adornado con luces doradas que conducía a la entrada del salón. La atmósfera era mágica, como si el bosque entero hubiese retenido el aliento para presenciar ese instante.Elyria sonrió con ojos brillantes y mejillas suavemente sonrojadas. Una emoción cálida le trepaba por el pecho, más profunda que la vanidad o la nostalgia. —Querías vivir una hist
Pero su expresión cambió apenas un segundo después, cuando sus ojos barrieron el campo y solo notó que allí estaban los lobos de su manada, rodeando el espacio con respeto. Algunos en su forma humana, y otros aun conservando sus cuerpos animales, todos reflejando una devoción pura hacia su Luna. Sin embargo, el ochenta por ciento de la manada de Ronald no estaba allí. Elyria aspiró hondo, intentando disimular la punzada de decepción.En el centro del claro, una fogata de llamas doradas ardía imponente, viva, etérea. Su fuego no era común: estaba alimentado por la energía sagrada de la diosa de la luz y la creación. Elyria se detuvo frente a la hoguera. El fulgor de las llamas la envolvió, y su silueta se dibujó entre luces y sombras, como si fuera una aparición celestial. Cerró los ojos y alzó las manos, repitiendo el gesto que su madre le había enseñado. En un parpadeo, el vestido que llevaba se deshizo en hilos de luz, envolviéndola en una vestidura luminosa, como un reflejo de
Cinco meses después. Lo que antes era un páramo seco, bajo el dominio infame de Ronald, comenzaba ahora a transformarse en un oasis. Elyria y Gregor, en un acto de ingenio conjunto, trazaron un plan maestro y construyeron un canal de riego que devolvió el aliento a la tierra. El agua fluía con vida, como si celebrara su libertad, y en cada surco nacían árboles fuertes, plantas exuberantes y flores que pintaban de esperanza el terreno. El gris de antaño se rendía, lentamente, ante el verde vibrante de un nuevo comienzo.El alfa supremo, Ethan, sorprendió a todos al comprar una vasta extensión de tierra al gobierno escocés, siendo este un territorio tan majestuoso como salvaje, y lo entregó a Elyria. No como un regalo de padre, sino como un reconocimiento de igual a igual. Aquel acto no respondía al amor familiar, sino al respeto profundo por la loba que ella se había convertido. Porque aunque Elyria era la luna de Gregor, su compañera destinada, también era un alfa por derecho prop
Gregor frunció el ceño.—¿Te duele? ¿Mucho? Vamos a tomar aire, amor —dijo, ayudándola a levantarse.Caminaron abrazados por el estacionamiento iluminado, y Gregor la rodeaba como si pudiera protegerla de cualquier dolor con sus brazos.—Inhala, exhala, amor… repite conmigo… —le decía mientras él mismo era quien hiperventilaba.—¡Eres tú el que necesita respirar, no yo! —rió Elyria a carcajadas, abrazándolo con cariño—. Estoy bien, tontito… solo necesito recostarme un poco. Vámonos a casa.Pero apenas subió a la camioneta, un sonido húmedo la interrumpió. Elyria se quedó inmóvil.—¡Gregor… rom… rompí fuente! ¡Estoy teniendo contracciones! ¡Ahhhh!—¡¿QUÉ?! —Gregor casi se cae de la silla del conductor—. ¡¡¿CÓMO QUE AHORA?! ¡¡¡NO TENEMOS SANADORES!!!Ethan salió corriendo como si tuviera veinte años menos. Cloe gritaba instrucciones mientras Thalia entraba en modo general militar. Nadie sabía qué hacer.—¡Al hospital! ¡Al hospital humano! ¡YA! —gritó Ethan.—¡¿Un hospital humano?! ¡Va
—¡Isabella! —. Una voz llena de dolor y enojo resonó enel bosque. Un rayo negro se disparó sin rumbo a través de los árboles. Perosólo el eco le respondió, devolviendo su propia desesperación en el vasto ycruel silencio.Ethan, uno de los Alfas más poderosos, quedócompletamente devastado por la pérdida de su luna, Isabella. Ya no estaba ahí,o no estaban. Su destinada luna, una loba tan pura y hermosa, su presencia eslo único que podía detener la oscuridad de su lobo. Pero Isabella ya no estabaallí, se había ido con su hijo, su hijo que nunca nacería, se lo llevaron en unbrutal accidente aéreo, dejándolo solo y vacío.Las lágrimas luchaban por salir de sus cuencas, pero élno se lo permitía. En su pecho, el lobo rugía, arañando las paredes de sumente, exigiendo liberarse, exigiendo sangre.Ethan cerró los ojos, pero el pasado lo asaltó como unatormenta. Recordó aquella noche de luna nueva, la más oscura que había vivido.Como furia lo había tomado por completo. Sin Isabellap
Cuatro años después:—¡Casarme! Eso no está en mis planes en estos momentos— refunfuño Cloe un tanto alterada. Ya que, su abuela, al estar enferma, quiere asegurarse que sus nietas se casen antes que ella deje este mundo, pues no quisiera dejarlas desprotegidas a ella y a su hermana, sin que tengan a su lado a buenos hombres que se encarguen de ellas. —Mía querida, te aviso que debes de asistir a tres citas a ciegas que te he conseguido—le informó su abuela. — ¡Citas a ciegas!— replicó Cloe incrédula y con un deje de burla. —Necesito que consigas cuanto antes un hombre bueno y que sea buen partido para que puedas casarte.—Lo siento abuela, pero en eso no pienso darte gusto. Yo ya tengo un novio al que amo y no necesito andar buscando a nadie más.—Lo querrás, pero no es lo que tú te mereces. Ese chico no es apto para ti, es un chico muy insignificante y tú necesitas a alguien que te dé seguridad y estabilidad económica y social.A Cloe, el comentario de su abuela, le molesta de
Cloe se sintió destrozada en ese momento; no podía creer lo que Robin había sido capaz de hacerle. Creía que el mundo se le venía abajo, se sentía herida, dolida, expuesta y vilmente traicionada. Jamás pensó que el hombre al que amaba le rompería el corazón con sus palabras y acciones. Con puños apretados y lágrimas rodando por sus mejillas, se puso delante de él.—Robin, ¿por qué me has hecho? ¿Cómo que subiste videos de mi desnuda?—le gritó, alterada y dolida—. Yo nunca te he tratado mal, siempre te he amado de verdad y, para colmo, siempre quise ayudarte. Y tú tenías que humillarme de esta manera.—No escuchaste bien, mi amor —intentó excusarse Robin—. No hablábamos de ti, no has entendido bien.—Claro que entendí bien. ¡Qué razón tenía mi abuela cuando me dijo que no eras adecuado para mí! —rebatió Cloe con decepción—. Debí haberla escuchado. Esta vez ella tenía razón. Te quiero fuera de mi vida para siempre.Al escuchar esas palabras en la voz de Cloe, Robin se quedó pasmado, s