La noche de la reunión del Consejo de Guerra cayó sobre el clan como si de un lienzo pintado se tratase. El aire era frío y estaba cargado de una tensión palpable, con más guardias de lo habitual patrullando los senderos principales, sus rostros severos bajo la luz de las antorchas representaban a cada uno de mis enemigos. Para la mayoría, era una simple muestra de la autoridad del Alfa. Para mí, era el escenario de la apuesta más peligrosa de mi vida.
En mi cabaña, me preparé en silencio. No elegí una armadura, sino ropas oscuras y prácticas que no hacían ruido al moverme. En un pequeño bolsillo cosido en el interior de mi túnica, llevaba lo esencial: un juego de ganzúas finas que Dorian me había conseguido, por si la arrogancia de Rheon no era tan predecible como esperábamos. El metal frío contra mi piel era un recordatorio constante del crimen que estaba a punto de cometer.
Mi loba, Nera, estaba en silencio, se sentía como una bola de energía tensa en mi interior. No había rabia, s