Mundo ficciónIniciar sesiónEl atardecer caía suavemente sobre la ciudad de corea, tiñendo de oro los muros grises del edificio. Hyeon hojeaba un libro sin leerlo realmente. Su vista se detenía cada dos páginas. Su mente, sin embargo, estaba completamente enfocada en otra cosa… o más bien en otra persona.
Ren. Desde hacía semanas lo sentía diferente. Cada vez que hablaban, cuando lo miraba sin que se diera cuenta, algo en su pecho se apretaba. No era dolor. Tampoco era hambre, aunque a veces sentía la urgencia en sus colmillos cuando Ren pasaba cerca. No… era otra cosa. Algo nuevo. Algo molesto. Como un vacío que solo se aliviaba si escuchaba su risa. "Podía ser ansiedad por los exámenes "—pensaba. Él no sabía amar. Y Ren… bueno, Ren gustaba de las chicas. Lo había escuchado decirlo en una conversación casual con su compañero de clase, Taylor. Algo sobre la hija de la señora Park, o una chica del servicio de reparto. Nada grave, pero sí claro. A Ren le gustaban las chicas. Así que esto, esto que él sentía, no podía ser amor. Confusión en solitario. Atracción en solitario. O tal vez… una obsesión. —¿En qué piensas? —preguntó Ren, interrumpiendo su tormenta mental. Hyeon levantó la mirada. Ren estaba sentado al otro lado del sofá, secándose el cabello con una toalla, recién salido de la ducha. Tenía una camiseta floja y corta. Su piel aún brillaba por el agua y su aroma… maldición, su aroma era un pecado. —En nada. El libro es aburrido —mintió, cerrándolo de golpe. Ren se rio suavemente. —Pareces distraído estos días. ¿Estás bien? —Estoy… extraño —admitió Hyeon. —¿Extraño cómo? —No lo sé. Es como si algo me picara por dentro. Como si quisiera hacer algo que no sé qué es —respondió, entre frustrado y nervioso. —Eso se llama ansiedad, creo —Ren bromeó—. Te pasa por andar bebiendo tanto café y robando cerveza. O debe ser que quieres tener novia porque tú celo se acerca con tu manifestación. Hyeon no contestó. Solo lo observaré. “¿Será que me pasará por estar cerca de ti…?” — ¿Sabías que me gustó una vez la hija de la señora Park? —soltó Ren de repente, rompiendo el silencio con una confesión inesperada. Hyeon frunció el. —¿Qué? —Sí... yo era más pequeño. Me gustaba mucho. Le escribí una carta… y me humilló en frente de toda la clase —rió amargamente—. Me traumé. Tú estabas enfermo ese día. Hyeon sintió un escalofrío. No de miedo. De rabia. —¿Por qué te humillo? —Porque es cruel. Quería que sus amigas se rieran. Y lo logré. Desde ahí me cerré mucho. A veces creo que no estoy hecho para eso de gustarle a alguien. —Eso no es cierto —respondió Hyeon más rápido de lo que pretendía. —Ah, ¿no? ¿Tú qué sabes? —Sé lo que veo. —¿Y qué ves? “Veo a alguien que me tiene jodido y no sé por qué.” Hyeon tragó saliva. —Veo a alguien que merece que lo traten bien. No seas tan bueno con las chicas les gusta más a los chicos malos. Ren sonyó, sin saber qué decir. —Aún así, no cambio mi suerte. ¿Te conté lo de la hermana de un compañero que me mandaba fotos? —Fotos…? ¿Cómo que fotos? —Privadas. —Ren se rió, nervioso—. Pensé que estaba interesada. Me invitó a su casa… todo fue una broma. Me grabaron esperando en la puerta. Subieron el video. Quedé como un idiota. Los puños de Hyeon se cerraron sin darse cuenta. El instinto protector lo invadía sin control. ¿Por qué dolía tanto escuchar esas historias? —Y luego estuvo la hija del repartidor… con ella intenté, ya sabes… perder la virginidad. Pero cuando me vio sin camisa se rió y se fue. Mi cuerpo es pequeño. Supongo que esperaba unos pectorales de infalto. Hyeon sintió que algo se rompía por dentro. No entendía por qué le dolía. Solo sabía que no quería volver a escuchar otra historia más como esa. —Ren… —¿Qué? —Eres atractivo. Ren parpadeó. —¿Qué dijiste? —Que eres atractivo. No necesitas probarle nada a nadie. Ya llegará la indicada. —Eso… no suena como tú —Ren dijo en voz baja, mirándolo con los ojos entrecerrados—. ¿Estás bien? —No lo sé. Tú hablas mucho. Ren se rio, incómodo. —¿Yo? -Si. Me pasa algo contigo. Y no sé qué es. Creo que tengo celos porque has tenido más salidas que yo. A mi me tienen miedo. Creo que es por mi pelo rojo. —¿Qué estupidez es esa? —Tal vez… aish…olvidalo—respondió Hyeon, desviando la mirada. Era más fácil culpar a su “color de pelo” que admitir lo que no entendía. — ¿Qué clase de respuesta es esa? ¿tu pelo? ¿De verdad? Pero si te ves genial. —No lo sé… —murmuró Hyeon, poniéndose de pie—. Olvídalo. No tiene sentido. —¡Espera! —Ren se levantó también—. No entiendo nada de lo que estás diciendo. —Yo 3. Se miraron. El silencio se alargó. —Tú… ¿gustas de los chicos? —preguntó Hyeon finalmente, en un susurro. Ren lo miró como si esa pregunta lo hubiera descolocado. -No. Nunca lo pensé. Siempre me atrajeron las chicas. Pero... —¿Pero? —Ya me tengo que ir—susurró, sin atreverse a mirarlo directo—. Me siento cómodo contigo. Como si… como si ya te conociera. Supongo que es la sensación de ser como hermanos. Hyeon sintió cómo el corazón le daba un vuelo. ¿Podía ser… que no solo él sentía eso? —Pense que haríamos una pijamada. —Buenas noches —dijo de repente, alejándose—Ya no tengo ganas, la hacemos otro día. —Hyeon… ¿dije algo mal? -No. Solo no confies tanto en lo que no entiendes. Cerró la puerta del cuarto, dejando a Ren con el corazón palpitando y las emociones alborotadas. La mañana siguiente, las hojas del patio se removían con el viento cálido de la tarde. En el aula, el profesor hablaba sobre genética, pero ni Hyeon ni Ren prestaban demasiada atención. Hyeon tenía la cabeza recargada sobre una mano. No era normal que no tomara apuntes, pero ese día simplemente... no podía. Su mirada, una y otra vez, se desviaba hacia la nuca de Ren. La forma en que se inclinaba, cómo fruncía los labios cuando algo no le salía... hasta el mechón rebelde de su cabello le parecía interesante. ¿Qué me pasa?,? Cerró los ojos y suspiro. Desde hacía unos meses... se sintió extraño cuando estaba cerca de él. No era solo cercanía emocional. Era físico. Corporal. Como un impulso que no entendía. —Ya se acabó la clase —dijo Ren, girándose de repente. Hyeon parpadeó. —¿Ah? Ah, sí. Lo siento... estaba distraída. —Sí, claro. Como siempre. —Ren alarmante—. ¿Vamos a la tienda? Necesito ramen y helado. —La tienda de la señora Park? -Si. Extraño sus croquetas. Caminaron por el sendero hasta la tienda, como hacían desde pequeños. La señora Park, una mujer regordeta de rostro amable, los recibió con una sonrisa. —¡Ren! ¡Hyeon! ¿Cómo están mis chicos? —Hambrientos —respondió Ren, tomando dos potes de ramen—. ¿Está tu hija? Hyeon desvió la mirada en cuanto escuchó eso. —No —dijo la señora Park—. Está en la ciudad, en la universidad. ¿Por qué? ¿Las extrañas? —No, solo preguntaba. Hyeon bajó la cabeza. Sabía bien por qué preguntaba. Antes, Ren dijo que ella le gustaba. Y no solo ella. En realidad, Ren había probado varias veces encontrar “el amor” con chicas. Aunque casi todas fueron fallidas. Luego de regresar al instituto y comer algo, decidió ir al río que estaba cerca a darse cuenta de un chapuzón. Ren se desabrochó los botones de su camisa con algo de timidez, aunque ya Hyeon se había lanzado al agua con una sonrisa traviesa. —¡Vamos, cobarde! —le gritó desde el centro del río, empapado y chispeante como si la luz lo besara directamente. Ren bufó divertido, se quitó los pantalones y se lanzó al agua. El río estaba fresco, pero la corriente era tranquila, lo suficiente para nadar en paz. Durante un buen rato, los dos se persiguieron bajo el agua, chapoteando, riendo y empujándose como niños. En un descuido, Ren resbaló al pisar una piedra suelta en la orilla. Trató de sostenerse de un tronco, pero cayó sobre una piedra filosa que le cortó el índice de dedo. —¡Ah! —exclamó, sacando la mano del agua con rapidez—. M****a… — ¿Qué pasó? —Hyeon salió inmediatamente del agua, su expresión cambió al instante al ver la sangre—. Ren… El corazón de Hyeon comenzó a latir con fuerza. No pensé. Solo reaccionó al aroma y al color.



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