El murmullo se extendió como una corriente invisible. Cada rincón del bufete parecía cargado de tensión desde que la noticia apareció en los portales digitales: Facundo Ramírez había salido en libertad condicional hacía un mes, bajo fianza millonaria y “buena conducta”.
Los arquitectos y diseñadores se reunían en pequeños grupos, intercambiando comentarios en voz baja, como si temieran que el nombre en sí invocara su sombra. Los ingenieros no eran distintos: algunos tecleaban nerviosos en sus computadoras, otros miraban la pantalla del teléfono con rostros tensos.
Clara caminaba por los pasillos intentando sostener la calma, aunque por dentro sentía que cada mirada escondía la memoria de su pasado. Su piel se erizaba con cada susurro, pero se obligaba a caminar con la frente en alto, sabía que no estaba siendo juzgada pero le incomodaba en gran manera está situación, ahora que todo se había calmado y está claro todo lo de Alejandro.
En medio de ese ambiente enrarecido, Valeria apa