La noche anterior, Clara y Mateo habían compartido una cena ligera. El silencio se sentía menos pesado que días atrás, y Clara, aunque tensa por la noticia de Facundo, decidió sonreírle.
—¿Sabes qué? —dijo mientras recogía los platos—. Hasta que te libraste de esa mujer, ella es peligrosa e intrigosa, algo en mi interior me dice que quiere algo contigo.
Mateo levantó la vista, sorprendido por el tono alegre de Clara. Ella continuó, con un brillo en los ojos.
—No importa, ya te libraste de ella. Ahora puedo estar más tranquila.
Él sintió la culpa recorrerle el cuerpo como un veneno, pero sonrió con esfuerzo.
—Si fuera intrigosa o no, Clara… ya podemos estar tranquilos. Lo de Alejandro se solucionó, Valeria trabaja con otro ingeniero. Así que, los dos… podemos respirar.
Clara lo miró un instante y sonrió, apoyando su cabeza en el hombro de él.
—Sí… estoy muy feliz.
Mateo la rodeó con el brazo, sintiendo que su mentira lo estaba devorando, pero incapaz de confesar.
A la mañana