El proyecto estaba en una etapa crucial, y Clara había pasado horas corrigiendo detalles de la maqueta. Al terminar, salió del bufete con la mente agotada pero satisfecha. Fue entonces cuando escuchó la voz de Mateo detrás de ella.
—¿Te invito un café antes de que ambos nos desplomemos de cansancio? —preguntó con una sonrisa tranquila.
Clara dudó unos segundos, pero asintió. Caminaban juntos hasta una cafetería cercana, un lugar sencillo, con luces cálidas y aroma a pan recién horneado.
Mientras caminaba, los recuerdos de los días de universidad vinieron a su mente con una claridad sorprendente. Recordó al Mateo de aquel entonces: el muchacho de cabello más largo, ligeramente desordenado, siempre con un cuaderno bajo el brazo y una sonrisa lista para cualquiera que necesitara ayuda. Había algo en él que transmitía tranquilidad, incluso cuando todos estaban tensos por los exámenes.
Ella lo veía de lejos, en los pasillos, explicando fórmulas de cálculo estructural a otros compañeros