El teléfono resbaló de su mano, cayendo sobre la cama. Mateo gritó con todas sus fuerzas:
—¡Médicos! ¡Por favor, médicos! ¡Ella ha despertado!
La puerta se abrió de golpe. Dos enfermeras entraron corriendo, seguidas del internista de guardia y el obstetra. El pitido irregular del monitor ya había dado la alarma en el pasillo.
—Paciente consciente —anunció la primera enfermera al ver los ojos abiertos de Clara.
El internista, un hombre de cabello canoso y lentes rectangulares, se aproximó con rapidez, inclinándose hacia ella. Sacó una linterna y revisó sus pupilas.
—Reactividad pupilar presente. Isocóricas, fotorreactivas. ¡Anótenlo!
La enfermera junto a él registró en la hoja clínica. La segunda ajustó el oxígeno de la cánula nasal y verificó la saturación.
—Noventa y tres por ciento en aire ambiente —informó—. Mejora con aporte suplementario.
El obstetra colocó de inmediato el doppler fetal sobre el abdomen de Clara. El silencio se tensó hasta que el altavoz emitió el