Inicio / Romance / Reina por accidente / Capítulo 11: El día después, el vestido perdido y la propuesta inesperada
Capítulo 11: El día después, el vestido perdido y la propuesta inesperada

Lucía despertó con el sol colándose entre las cortinas del estudio. Tenía pintura en una mejilla. Una empanada fría en la mesa de noche y una sonrisa que no se le quitaba desde anoche.

—¿Así que ahora también beso a exnovios en inauguraciones? —murmuró, estirándose como una gata satisfecha.

Justo cuando se disponía a revisar los mensajes de felicitación. Entró Sebastián con una taza de café y cara de “traigo chisme”.

—Buenos días, su majestad. ¿Dormiste bien o soñaste con coronas de hojaldre?

—Soñé que Javier me pedía matrimonio con una empanada rellena de anillo —respondió Lucía, tomando el café—. Y lo peor es que dije que sí.

—Bueno, prepárate, porque lo de anoche… se volvió viral.

—¿Qué? —Lucía casi escupe el café.

Sebastián le mostró su teléfono. Un video de Marquitos. Grabado sin querer mientras buscaba su corona de cartón, captó el beso entre Lucía y Javier. Con el título: “La Reina del Arte y el Diseñador del Caos: ¡Confirmado!”

—¡Ay no! ¡Esto no era parte del protocolo! —gritó Lucía, tapándose la cara.

—Tranquila. La gente está encantada. Dicen que es la historia de amor más honesta desde “empanada conoce a pincel”.

Lucía se dejó caer en el sofá. —Esto es un desastre adorable.

En ese momento. Entró Javier. Con flores. Y una caja.

—¿Interrumpo? —preguntó, con esa sonrisa que ya no necesitaba permiso.

—Solo si no traes más empanadas —dijo Sebastián, saliendo con discreción.

Javier se acercó. —Anoche fue… inesperado. Pero también fue real. Y si tú estás dispuesta. Me gustaría que no se quede solo en una noche.

Lucía lo miró. —¿Qué hay en la caja?

—Una propuesta. No de matrimonio, tranquila. Aún no tengo la empanada adecuada —bromeó—. Es una invitación para exponer juntos en Cardiff. Una galería vio el video. Les encantó la historia. Quieren una muestra que combine tu arte y mi diseño. “Realeza Creativa”, la llamaron.

Lucía abrió la caja. Dentro había un vestido. Uno de sus primeros diseños. Que creía perdido. Javier lo había restaurado. Con detalles nuevos, pero conservando las manchas originales de pintura.

—¿Lo guardaste todo este tiempo? —preguntó ella, tocando la tela con cuidado.

—Lo guardé porque sabía que algún día volverías a reinar. Y quería estar ahí cuando lo hicieras.

Lucía sintió que el corazón le latía como tambor de carnaval. Se levantó. Se puso el vestido ahí mismo, sin importar que aún tuviera pantuflas puestas.

—Entonces vamos a Londres. Pero con una condición.

—¿Cuál?

—Que en la inauguración. Tú lleves una corona de cartón. Y yo… una empanada en la mano.

Javier rió. —Trato hecho, mi reina.

Y así, entre propuestas inesperadas, vestidos rescatados y un amor que se negaba a quedarse en el pasado. Lucía dio el siguiente paso. No como una reina por accidente. Sino como una mujer que eligió su historia… y la escribió con sabor. Color y corazón.

Lucía giraba frente al espejo. Admirando el vestido que Javier había restaurado. Las manchas originales de pintura seguían ahí, como cicatrices convertidas en arte. Era su historia. Cosida con memoria y valentía.

—¿Crees que Londres está lista para mí? —preguntó, mientras Sebastián entraba con una caja de arepas y cara de “esto se está poniendo serio”.

—Londres no está lista. Pero tú sí —respondió él, dejando la caja sobre la mesa—. Y si te preguntan por tu formación, di que fuiste entrenada por los mejores: nosotros.

Marquitos apareció con una maleta decorada con stickers de empanadas. pinceles y una llama con gafas de sol. —¡Lista para el viaje! Aunque no sé si esto cuenta como equipaje diplomático.

Lucía se rió. —¿Tú vas también?

—Obvio. Soy el Ministro de Caos Creativo. ¿Quién va a asegurarse de que no pongas una empanada en la vitrina equivocada?

Lili entró con una carpeta. —Y yo preparé tu itinerario. Incluye museos, mercados, y una visita guiada al Palacio de Buckingham. Por si quieres comparar reinos.

Lucía los miró. Su corte creativa. Sus amigos más tontos. Su familia elegida.

—No sé cómo despedirme de ustedes sin llorar —dijo, con voz temblorosa.

Sebastián se acercó. —No te despidas. Solo di “nos vemos pronto”. Y mándanos fotos. Pero sin filtros. Queremos ver la reina real.

Javier apareció con los boletos en la mano. —El vuelo sale en cinco horas. ¿Lista?

Lucía respiró hondo. Miró a todos. Luego al vestido. Luego a Javier.

—Lista. Pero antes… —tomó una arepa de la caja, la alzó como si fuera una copa—. Brindemos. Por el arte, por el amor, por los accidentes felices. Y por el Reino de la Empanada Creativa.

Todos alzaron sus arepas. El brindis fue ruidoso, desordenado, y absolutamente perfecto.

Lucía salió del estudio con su vestido, su maleta, y su corona invisible. No era solo una artista. Ni solo una reina por accidente. Era una mujer que había convertido su historia en una obra viva. Y ahora, iba a compartirla con el mundo.

El taxi esperaba afuera, con las maletas ya cargadas. Lucía se paró frente al estudio por última vez. Con el vestido restaurado. La corona invisible bien puesta, y una empanada envuelta en papel aluminio como amuleto de viaje.

—¿Estás segura de que no quieres llevar más ropa? —preguntó Sebastián, señalando una maleta que parecía contener solo pinceles, telas y una caja de arepas.

—Estoy segura. Si Cardiff no acepta mi estilo tropical, me regreso con más empanadas y menos paciencia —respondió Lucía, abrazándolo fuerte.

Marquitos apareció con una bufanda tejida por él mismo. Tenía colores imposibles y un bordado que decía “Reina del Sazón”. —Para que no te congeles ni te olvides de nosotros.

—¿Cómo podría? Ustedes son mi caos favorito —dijo Lucía, con los ojos brillando.

Lili entregó una libreta con frases motivacionales escritas a mano. —Por si te da ansiedad creativa. O si te toca hablar con críticos que no entienden el poder de una empanada.

Javier, que había estado en silencio. Se acercó con una sonrisa suave. —¿Lista para conquistar Londres con arte, sabor y sarcasmo?

—Lista para conquistar lo que venga. Pero primero… necesito que me ayudes a pasar por migración sin que confisquen mi empanada —respondió Lucía, tomando su mano.

El grupo caminó hacia el taxi. Justo antes de subir. Lucía se detuvo. Miró el estudio, sus amigos, el cielo caraqueño que parecía despedirse con una brisa cálida.

—No me despido. Solo me voy a hacer ruido en otro lado —dijo, con voz firme.

—Y cuando regreses, hacemos una exposición en la plaza. Con toldos, música y empanadas gratis —gritó Marquitos.

—Y una pasarela con vestidos que cuenten historias —añadió Lili.

—Y un brindis con jugo de tamarindo —cerró Sebastián.

Lucía subió al taxi. Javier se acomodó a su lado. Mientras el vehículo arrancaba, ella sacó la empanada de su bolso. La  miró como quien mira un talismán. Y murmuró:

—De vendedora a reina. De reina a artista. De artista a mujer que escribe su historia sin pedir permiso.

Javier la miró. —Y yo, feliz de ser parte del capítulo que viene.

El taxi se perdió entre las calles. Y así, con un abrazo colectivo. Una empanada viajera y un corazón lleno de posibilidades.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP