La noche de la inauguración había llegado. El “palacio” brillaba con luces cálidas. Telas colgantes y una alfombra roja que, en realidad, era una alfombra de yoga reciclada. Pero nadie lo notó. Porque todo tenía ese aire de magia improvisada que solo Lucía podía conjurar.—¿Dónde está mi corona de empanadas? —gritó Marquitos, corriendo por los pasillos con una capa hecha de servilletas.—¡No es una fiesta de disfraces! —respondió Sebastián, ajustando su corbata con la precisión de quien sabe que será fotografiado por error.Lucía, vestida con un diseño suyo que mezclaba elegancia y descaro. Caminaba por el salón con la seguridad de una reina. Y el nerviosismo de una artista que está a punto de mostrar su alma.—¿Estás lista? —preguntó Javier, apareciendo a su lado con un traje que parecía sacado de una novela romántica. Y con esa mirada que decía “te admiro. Pero también te quiero confundir”.—Estoy lista para que todo salga mal y aún así sea inolvidable —respondió Lucía, con una sonr
Leer más