El frío me atravesó los huesos antes de que siquiera pudiera abrir los ojos. La humedad del suelo se filtraba a través de mi ropa, pegándose a mi piel como un recordatorio de que algo estaba mal. Mi respiración era errática, entrecortada.
Algo espeso y caliente cubría mis manos, mi cuello… mi ropa.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando mi conciencia comenzó a despertarse por completo. Abrí los ojos con un jadeo ahogado. La oscuridad me envolvía. Era de noche. Las paredes de ladrillo a mi alrededor estaban mohosas y húmedas, y el suelo bajo mí era un charco de lodo mezclado con algo más espeso.
Algo rojo. Algo que apestaba a hierro. Sangre. Mis manos temblaron cuando las levanté frente a mí. Cubiertas de rojo. Mi pecho subía y bajaba con una mezcla de terror y confusión.
Miré mi cuerpo. Mi pijama del hospital estaba sucia, empapada de barro y sangre seca. Mi cabello caía desordenado sobre mi rostro, con mechones pegados a mi piel por el sudor. Todo mi cuerpo dolía. Como si hubier