Sara y Lorenzo estaban por casarse cuando un terrible accidente se convierte en escenario perfecto para separarlos. Le hacen creer a Sara que Lorenzo ha muerto valiéndose su amnesia y a él le construyen una nueva vida basada en mentiras y engaños. Cinco años después, destino los reúne de nuevo y Sara descubre que la engañaron, que Lorenzo no había muerto, pero él no la recuerda y Sara deberá luchar para demostrarle que todos le han estado mintiendo, que ella era su prometida cuando ocurrió el accidente y que Zoe es hija suya. Secretos, mentira y venganza se entrelazan en una historia que demostrará que el amor, cuando es verdadero, lo vence todo.
Leer másSara no dejaba de sonreír ni de mirar el anillo de diamantes que adornaba su dedo. Se había comprometido con el hombre que amaba, el guapísimo multimillonario Lorenzo Moretti. Pero no era su fortuna lo que la había cautivado, cuando lo conoció, ella no tenía idea de que era el único heredero de una de las empresas siderúrgicas más grandes de Italia. Recordaba ese momento a la perfección, era su primer día como mesonera en un restaurant de Madrid, la habían despedido de su trabajo en el banco, donde se estuvo desempeñando durante dos años como cajera, y no tenía ninguna experiencia como mesera. Nerviosa, se acercó a la mesa y les preguntó a los dos caballeros que la ocupaban en qué podía servirles. Uno era muy guapo, de unos treinta y tantos, con unos impresionantes ojos grises que resaltaban en su piel porcelana, de cabello oscuro azabache con corte clásico y facciones varoniles definidas, Lorenzo. El otro era de tes morena, ojos oscuros y cabello rizado, aparentaba tener cerca de cuarenta.
—Una botella de Cabernet Sauvignon —respondió Lorenzo en perfecto español mirando a Sara, no le había quintado los ojos de encima desde que llegó, le pareció una mujer muy guapa, de cabello chocolate liso y largo que tenía atado en una cola de caballo, ojos color almendra, labios voluminosos y un cuerpo lleno de curvas que incitaba a pecar. Lorenzo era un seductor, mujer que le gustaba, mujer que se llevaba a la cama, pero no tenía idea de que Sara no era del tipo fácil y que conquistarla conllevaría todo un reto.
—Enseguida se la traigo, señor —pronunció antes de dar media vuelta y alejarse de la presencia de aquel hombre que comenzaba a alterarla, su mirada era muy intensa y reveladora, no se esforzó en ocultar su interés en ella, de hecho, parecía que deseaba que lo supiera.
Cinco minutos después, regresó a la mesa con el vino que el cliente había pedido y se dispuso a servirlo, pero en un acto de completa torpeza, tropezó con la copa, derramando una gran cantidad de vino en el regazo de Lorenzo.
Él empujó la silla hacia atrás y se puso en pie enseguida.
—Lo siento, señor. Lo siento tanto —repetía Sara arrodillada en el suelo mientras usaba una servilleta de tela para limpiarle el pantalón. No podía creer que hubiera cometido semejante error, sin duda, la despedirían.
—No importa, es solo vino, no pasa nada —aseguró él envolviendo con gentileza su muñeca para ayudarla a levantar.
—De verdad lo lamento mucho, señor. Estoy tan avergonzada —admitió desviando la mirada, quería que el suelo se abriera y la engullera. Nunca se sintió más apenada en toda su vida, todos en el restaurant los miraban, incluido su jefe, quien estaba listo para despedirla.
—Se lo perdonaré con una condición, que acepte salir conmigo en una cita —propuso con una sonrisa seductora, pero por muy guapo que le pareciera, no iba a caer en su trampa, hombres como él solo buscaban una cosa y ella no estaba dispuesta a convertirse en un número más de su lista de conquistas.
—No puedo, tengo novio y es muy celoso. —Le mintió exagerando un gesto.
Una fuerte turbulencia sacó a Sara de sus recuerdos, viajaba en un avión desde Milán a Madrid, tenía que hacer algunos trámites que no podían esperar más, la fecha de la boda estaba cada vez más cerca y necesitaba los documentos para casarse. Sería una ceremonia sencilla, con pocos invitados, porque la familia de su prometido no la quería, pensaban que estaba tras su dinero y que no era suficiente para él. Después de más de un año de relación, seguían sin aceptarla y Lorenzo decidió alejarse de sus padres y renunciar a la herencia que el correspondía como único heredero de la familia Moretti Ferraro, solo conservaba lo que su abuelo paterno había dispuesto para él en su testamento para cuando cumpliera la mayoría de edad: un lujoso apartamento en Milán y el 10% de las acciones de la Siderúrgica M.P.S.
Un par de horas después, Sara llegó a Madrid sin ningún contratiempo y lo primero que hizo fue avisarle a Lorenzo, como le había prometido. Ya no disponía del jet familiar y estaba inquieto porque Sara viajaría en un vuelo comercial. Menos de un minuto después, le respondió el mensaje diciéndole que ya la extrañaba, que volviera pronto.
“También te extraño. Espero que solo sean unos días. Te amo”, escribió sonriendo.
“Te amo más, principessa”. Su sonrisa se hizo más amplia con su respuesta, estaba muy enamorada él, era el amor de su vida.
—¡Oh, por Dios! —expresó Sara con alegría cuando vio a Santiago sosteniendo un cartel con su nombre, no tenía idea de que lo vería, habían pasado tres años desde la última vez que lo hizo. Se suponía que sería su amiga Bárbara quien la buscaría en el aeropuerto y envió a su hermano en su lugar. Se conocían desde niños, estudiaron en la misma escuela y en la misma secundaria, pero Santiago obtuvo una beca en Harvard y se fue a Estados Unidos a estudiar medicina, como era su sueño.
—Hola, niña —la saludó Santiago como le decía de cariño y la envolvió entre sus brazos deseando que fuera suya, como lo había deseado durante tantos años. Pero Sara lo veía como a un hermano, se ahorró la vergüenza de que lo rechazara al escucharla hablar con su hermana sobre lo que sentía por él.
—Hola, nerd. ¿Por qué no me dijiste que estabas en Madrid? —Le preguntó separándose de él y con una sonrisa amplia, estaba muy feliz de verlo.
—¿Y perderme tu cara de sorpresa cuando me vieras?
—Supongo que habría hecho lo mismo —admitió encogiendo los hombros.
De camino al apartamento de Bárbara, donde se quedaría los días que estuviera en Madrid, Sara no paró de hacerle preguntas a Santiago, llevaban tiempo sin hablar y sentía curiosidad de cómo era su vida en EEUU. Pero él no tenía mucho que contar, solo estudiaba y trabajaba, y cuando tenía tiempo libre, que era muy poco, se quedaba en casa leyendo o viendo alguna serie o película.
—Ay, no. Te estás pasando de aburrido. Esta noche saldremos los tres para que aprendas a divertirte, no todo en la vida es estudiar —dijo Sara poniendo los ojos en blanco.
Pronto, llegaron al apartamento de Bárbara y su amiga la recibió con un escandaloso chillido, no se habían visto desde que Lorenzo le dio el anillo. La felicitó emocionada y admiró la costosísima joya que le adornada el dedo. No esperaba menos de Lorenzo, el hombre nadaba en dinero.
En la noche, mientras se preparaba para salir, llamó a su prometido para saber de él, le había escrito varios mensajes y no le respondió ninguno, lo que era muy raro porque Lorenzo siempre le contestaba, y más cuando estaban lejos. Pero el teléfono estaba apagado, la envió directo al buzón de mensajes. Intentó dos veces más y seguía enviándola al buzón. Algo debía haber pasado, él nunca apagaba su teléfono y, si iba a quedarse incomunicado, le avisaba antes. Preocupada, decidió llamar a Giulia, su asistente, ella le diría donde estaba. Después del tercer tono, contestó llorando y entonces supo que algo malo había pasado.
—¿Dónde está Lorenzo? Dime que está bien, por favor —rogó con el corazón palpitando en su garganta, estaba tan asustada que se tuvo que sentar en la cama porque le fallaban las piernas.
—Tu… tuvo un accidente en su auto y… y… no sobrevivió —balbuceó entre sollozos. Y Sara sintió como si le arrancaran una parte del corazón. ¡No podía ser cierto! ¡Lorenzo no podía estar muerto! El teléfono se le resbaló de las manos, el mundo comenzó a dar giros a su alrededor, le faltaba el aire y un dolor penetrante tan profundo atravesó su pecho que perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, estaba en brazos de Santiago.
—¿Qué pasó? —murmuró desorientada, no recordaba lo que había pasado.
—Te desmayaste. ¿Te había pasado antes o es la primera vez? —le preguntó preocupado, era médico y sabía que una perdida de conciencia podía significar algo grave.
—¡Lorenzo! Tengo que ir a Milán —dijo cuando recordó su conversación con Giulia. Trató de levantarse de la cama, pero todo volvió a dar vueltas y cayó sentada de vuelta en el colchón.
—Debes ir al médico primero, Sara, no estás bien.
—Y no lo estaré hasta ver a Lorenzo sano y salvo —pronunció con los ojos anegados en lágrimas, las palabras de Giulia se repetían en su cabeza una y otra vez, atormentándola.
—¿Qué pasó? —inquirió Bárbara alzando las cejas.
—Tuvo un accidente, dicen que… que… no… no sobrevivió —balbuceó con la voz fracturada, no podía aceptar que fuera cierto, hacía apenas unas horas se despidió de él en el aeropuerto y estaba bien.
—¡Oh, Sara! Lo siento tanto —enunció acercándose para abrazarla.
—No, Giulia debe estar confundida, él no puede estar muerto. No lo acepto —musitó entre sollozos en los brazos de su amiga, no podía creer que lo hubiera perdido, no quería creerlo. Tenía que ir a Milán para saber lo que había pasado.
Cuando logró calmarse, Santiago se encargó de comprar los boletos para viajar con ella a Milán a primera hora de la mañana, no podía dejarla ir sola, estaba muy angustiada y le preocupaba su salud.
Horas después
Sara llamó a Giulia apenas bajó del avión, pero no le contestó, como tampoco le había respondido el mensaje que le envió antes de abordar avisándole que llegaría a la ciudad en unas horas. Entonces recordó que había otra persona que podía saber algo, Paolo, el mejor amigo de Lorenzo. Con los nervios, no había pensado en él. Marcó su número y, apenas respondió, le preguntó por su prometido, sin saludos ni formalidades.
—Lo siento mucho, Sara. Ha sido una terrible tragedia —pronunció con voz triste, confirmándole la noticia que le destrozó el corazón en pedazos.
—¡No, no, no! ¡Lorenzo no! —gritó perdiendo las fuerzas, queriendo morir también. Santiago la sostuvo, evitando que terminara en el suelo, y la abrazó sin poder darle ningún consuelo, Sara se sentía devastada por completo, como si le hubieran quitado el alma y el deseo de vivir.
Desde la propuesta, Sara comenzó con los preparativos de su boda con Lorenzo, esperarían a que el bebé naciera para celebrarla, pero quería que todo fuera perfecto, como siempre lo había soñado. A la vez, se ocupaba de la habitación del bebé y de tener todo listo para su llegada. Faltaba muy poco para que naciera, su cesárea estaba programada para realizarse en una semana y todos estaban muy ansiosos por la llegada del bebé, sobre todo Zoe, que preguntaba todos los días ¿cuánto falta, mami? Estaba loca por conocer al fin a su hermanito, se involucró en todos los detalles de la decoración de la habitación y hacía muchas preguntas sobre los cuidados del bebé porque se había declarado su niñera oficial.Lorenzo se encontraba en New York por trabajo, pero planeaba regresar ese mismo día porque no quería estar lejos de casa con el nacimiento de su hijo tan cerca. Estaba saliendo de una reunión cuando recibió una llamada de Sara, había iniciado labores de parto y la estaban trasladando al h
Dos meses después Lorenzo se había ido a Milán por la muerte de Federico, tenía que hacerse cargo de los arreglos del funeral y el entierro porque era su único familiar. Grandes empresarios y amigos acudieron al sepelio, todos le daban las condolencias a Lorenzo y él solo se limitaba a asentir, no sentía su muerte como una pérdida, él nunca lo trató como un padre ni lo quiso como un hijo, pero ninguna de esas personas lo sabía.Luego del entierro, el abogado de Federico se comunicó con Lorenzo para informarle de la lectura del testamento. Estaba listo para irse cuando recibió la llamada, pensaba que no tenía nada más pendiente relacionado al hombre que lo adoptó, pero el abogado insistió en que debía estar presente. Solo fue por curiosidad, porque no esperaba nada de él, para su sorpresa, Federico Moretti lo había hecho heredero de toda su fortuna y de sus bienes. Junto con el testamento, dejó una carta donde le pedía perdón por todo el mal que le había causado, incluso, admitió que
En solo tres días, Lorenzo se realizó todos los análisis requeridos para la cirugía y estaba listo para pasar por el quirófano. No quería esperar más, estuvo deseando una oportunidad así desde que supo de su parálisis. Todo ese tiempo pensando que su condición era permanente y resultó que lo habían estado engañando. Cuando creía que lo había descubierto todo, surgía una nueva verdad que reafirmaba la maldad por la estuvo rodeado durante años. Pero la justicia había llegado hasta cada uno de los que le hicieron daño y, de alguna manera, estaban pagando por lo que hicieron.—Nos vemos pronto, amore mio —pronunció Sara despidiéndose de Lorenzo antes de que lo llevaran al quirófano.—Te amo, principessa —enunció él acariciándole la mano—. Si algo sale mal, dile a…—¡Shhh! —lo silenció con el dedo—. Todo saldrá bien, se lo dirás tú cuando vuelvas a casa. —Le dio un beso en los labios y se apartó para que el camillero se lo llevara.Sara suspiró hondo y se sentó en el sillón junto a la cama
Zoe fue la niña más feliz del mundo cuando supo que su mamá estaba esperando un bebé, al fin, su deseo de cumpleaños se hacía realidad: tener un hermanito o una hermanita. Todos los días hablaba del tema, decía lo que harían juntos, que lo ensañaría a nadar, a columpiarse, a manejar bici, a patinar… A todos los que veía, le hablaba del bebé. Estaba muy emocionada y contenta, quería que comenzaran a decorar la habitación, que por supuesto, estaría junto a la de ella.El día que Sara tuvo la cita de su segunda ecografía, llevó a Zoe para que estuviera presente, en la primera, había ido sola con Lorenzo, quería asegurarse de que todo estuviera bien antes de darle la noticia. Cuando se lo dijo, estaba cumpliendo doce semanas y, ese día, había iniciado la semana dieciséis. La emoción de Zoe era incomparable, estuvo esperando ese momento más que la noche de Navidad. Desde que llegaron a la clínica, no dejaba de preguntar cuándo iba a ver al bebé, comenzaba a enloquecer a Sara y solo habían
Antonella escogió el peor momento para decirle a Zoe la verdad, era una arpía sin alma ni corazón. Ella en verdad deseaba que la niña muriera para causarle dolor a Sara y a Santiago. La idea de dejarla abandonada en esa casa fue suya, sin agua y sin comida, solo sería cuestión de tiempo antes de que falleciera. Tal crueldad no tenía nombre, pero a Paolo no le importó, era tan malvado como ella, o quizás peor. Solo le importaba el dinero y, en la primera oportunidad que tuvo, la traicionó. Consiguió un trato para él y la dejó a ella desamparada. Cuando saliera de prisión, una fortuna lo esperaría en un banco suizo. La cuenta a la que Lorenzo el dinero era suya y solo él podía tener acceso a ella. Antonella no tenía nada más que su palabra como prueba, en cambio, él se había asegurado de crear un archivo con pruebas suficientes para incriminarla por delitos que él había cometido. Desde el inicio, había contemplado la posibilidad de terminar en prisión y sabía justo lo que haría si suce
Con el tiempo en contra, Sara, Lorenzo y Santiago se subieron a una avioneta que los llevaría a Minneapolis, la ciudad desde donde intentarían salir Paolo y Antonella con la niña, según había dicho Federico. Esperaban que no les hubiera mentido, porque era la única pista que tenían hasta ahora. Santiago había hablado con su amigo Anthony y él lo puso en contacto con el jefe de la policía de Minneapolis, que casualmente era su primo. El plan estaba en marcha, si todo salía como esperaban, Zoe pronto estaría con ellos.Sara se había quedado sin uñas de los nervios, rogaba que todo saliera bien, que pudieran recuperar a su hija sana y salva. Era un plan riesgoso, pero era mejor que la alternativa. Lorenzo había transferido el dinero antes de salir, pero Paolo no se comunicó con él como lo hizo cuando le envió la primera parte. En cambio, Antonella llamó a Federico y le dijo que tuviera todo preparado con el transporte. Él respondió que tomaría algo más de tiempo porque la avioneta presen
Último capítulo