Capítulo 3. Una decisión que cambiará todo

Capítulo 3. Decisión

Sara no podía creer lo que estaba viendo, Santiago, a quien conocía de casi toda la vida, a quien consideraba un hermano, le estaba proponiendo matrimonio de rodillas y con una sortija en la mano. ¿Se había vuelto loco? ¿cómo se le ocurrió semejante idea? Él merecía una mujer que la amara, alguien con quien pudiera formar su propia familia, no tenía que hacerse responsable por ella ni por su bebé.

—Te amo, Sara. He estado enamorado de ti desde que tengo memoria, y nada me haría más feliz en el mundo que ser tu esposo, cuidar de ti y de tu hijo, que amaría como mío —expresó al ver la confusión en el rostro de Sara.

—¿Qué? ¿tú…, tú estás…? —balbuceó atónita, aquella confesión la alteró más que la propuesta, pensaba que solo se lo decía porque le preocupaba y quería apoyarla, no porque tuviera sentimientos por ella.

—Sí, Sara. Estoy enamorado de ti y ni el tiempo ni la distancia me ha hecho olvidarte —afirmó sujetando sus manos.

—Santi, yo… —murmuró mordiéndose el labio, no quería herirlo, era alguien muy importante para ella, lo quería, se preocupaba por él…

—Sé que no sientes lo mismo que yo, y no pretendo que seas mi esposa en toda regla, solo quiero cuidar de ustedes, darles todo lo que necesiten… —expuso ansioso, sabía que no sería fácil convencerla, pero tenía que intentarlo.

—Pero no sería justo para ti, mereces estar con alguien que te corresponda, no atarte a un matrimonio sin amor que te hará infeliz.

—Jamás sería infeliz a tu lado, Sara. Prefiero una vida entera contigo que un minuto más lejos de ti. Te amo y amaré a tu bebé tanto como a ti —le prometió con una mirada cargada de sentimiento, había esperado muchos años para decírselo y al fin había tenido el valor de hacerlo.

—Es lo que piensas ahora, pero eres un hombre joven, con necesidades y deseos que no podré corresponder. Sería egoísta de mi parte aceptar tu propuesta. No puedo hacerlo, Santiago —dijo decidida, pero él no iba a rendirse, estaba dispuesto a todo para convencerla.

—No lo entiendes, lo que deseo es que formemos una familia, tú, el bebé y yo. No me interesa tener una relación con nadie más, no quiero a nadie más, Sara. En más de doce años, solo he podido amarte a ti, y no creo que deje de hacerlo —refirió con sinceridad, había estado con muchas mujeres y ninguna lo había hecho olvidar sus sentimientos por ella.

—No tenía idea —murmuró con un hilo en su voz. Todos esos años y nunca se dio cuenta de lo que estaba delante de sus ojos. Ella siempre lo vio como a un hermano y pensaba que él también—. Santi, eres un hombre maravilloso y muy especial y estoy segura de que en algún lugar hay alguien esperando por ti, solo debes encontrarla.

—No quiero a otra, te quiero a ti, Sara. Solo a ti.

—Lo siento mucho, esto… yo no… —Se levantó del sofá y se encerró en su habitación sintiéndose abrumada, aquello era demasiado, necesitaba estar sola, pensar en todo lo que le dijo, asimilarlo…

Santiago se levantó del suelo, derrotado, guardó la sortija en su bolsillo y se marchó, no podía quedarse después del rechazo de Sara, aunque no iba a renunciar a ella. Se hospedaría en un hotel y esperaría unos días antes de volver a visitarla, no perdía la esperanza de que pudiera convencerla.

En la noche, apenas Bárbara cruzó la puerta del apartamento, Sara le preguntó si sabía que su hermano estaba enamorado de ella desde que eran adolescentes.

—Todo el mundo lo sabía menos tú, Sara —respondió poniendo los ojos en blanco.

—¿En serio? ¿Cómo no lo noté? ¡por qué no me dijiste?

—No me correspondía a mí hacerlo, al fin mi hermano se atrevió a decírtelo, pensé que nunca lo haría —comentó mientras llevaba unas bolsas a la cocina.

Sara la siguió.

—No solo me lo dijo, me propuso matrimonio —reveló, sorprendiendo a Bárbara, su hermano no le había mencionado nada al respecto. Le contó que iría a Madrid, pero no tenía idea de que le pediría a Sara que se casara con él. No lo hizo porque sabía lo que ella le diría.

—Guao, esto es… inesperado —pronunció atónita—. Cuéntamelo todo. Cómo fue, qué te dijo, qué respondiste.

Sara suspiró y le hizo un resumen de la conversación que tuvieron. Al final, le dijo que no podía casarse con él sin amarlo, que no sería justo.

—Deberías pensarlo mejor, él te ofrece un futuro para ti y tu bebé, te quiere y sé que los va a cuidar muy bien.

—Pero a ¿qué costo? Mi bebé y yo tendríamos estabilidad y él una esposa de mentira, sin amor, sin pasión, sin todo lo que un hombre espera de su mujer…

—Te ha amado la mitad de su vida, todo lo que quiere es una oportunidad. Pero decidas lo que decidas, te apoyaré —le dijo comprensiva, Bárbara era una gran amiga, había estado para Sara en cada momento difícil de su vida y la quería como a una hermana.

—Gracias, Barb. Sé que lo harás —ladeó una sonrisa—. Iré a dormir, mañana tengo que trabajar temprano. Buenas noches.

—Buenas noches, que descanses.

Tan pronto Sara cerró la puerta de su habitación, Bárbara marcó el número de su hermano para reclamarle por no haberle dicho lo que estaba planeando, pero él no contestó, sabía porqué lo llamaba y no quería escuchar su discurso. Aunque no pudo librarse de ella dos días después, cuando fue al apartamento esperando hablar de nuevo con Sara y a quién encontró fue a su hermana. Discutían sobre el tema cuando Sara llegó echa un mar de lágrimas, había ido a realizarse una ecografía de control con toda la ilusión del mundo, esperando saber si tendría una niña o un niño, y le dieron una noticia alarmante: su bebé presentaba una anomalía cardíaca que requeriría una intervención quirúrgica luego de su nacimiento.

—Todo va a estar bien, me aseguraré de que tenga la mejor atención médica posible —le prometió Santiago cuando les contó porqué estaba tan alterada.

—No podré pagarlo, es una cirugía muy costosa —murmuró entre gimoteos, no podía dejar de llorar, estaba muy angustiada.

—Mi seguro lo cubriría si eres mi esposa —planteó sabiendo que era su mejor opción. Y Sara no lo dudó ni un segundo, si debía casarse con Santiago para que su bebé recibiera la atención médica que necesitaba, lo haría.

Esa misma semana, se fueron a Estados Unidos y se casaron quince días después en una ceremonia sencilla, donde solo asistieron Bárbara y Robert, el mejor amigo de Santiago. Fue un momento surrealista, unos meses atrás, planeaba su boda con el hombre que amaba, y terminó casándose con la última persona que alguna vez hubiera imaginado. Para ella, Santiago era su familia, un amigo cercano, como hermano… o lo fue hasta que dio el sí, acepto. Ante la ley y los testigos, ahora él era su esposo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo