Linda corrió hacia su hija, el dolor visible en su rostro, los sollozos desesperados se desbordaban de su pecho, mientras sus manos temblaban al intentar detener la hemorragia de la herida en el vientre de Deborah.
La angustia le apretaba el alma, el miedo la envolvía, pero en su interior también había algo más, un sentimiento contradictorio entre el dolor por su hija y la furia que le causaba la situación.
David, al ver a su hija en ese estado, también cayó en un mar de desesperación.
Su corazón latía con furia y angustia, sin poder procesar el horror de lo sucedido.
Las lágrimas le cegaban los ojos, pero no podía evitar la mirada de culpabilidad que recaía sobre Paz.
«Ella es la única culpable» pensó, con rabia contenida, mientras su mente se inundaba con la imagen de su hija herida.
Terrance, con rapidez y determinación, corrió hacia Paz.
Su abrazo fue un refugio en medio del caos, un intento por calmarla, por hacerle sentir que todo estaría bien, a pesar de la tormenta que se desat