Pronto comenzó la feria, pero lo que se suponía que sería un evento lleno de innovación y esperanza, se tornó en un campo de batalla emocional para algunas personas.
Entre las sombras del bullicio y los anuncios de nuevos proyectos, María y Arleth se encontraban al borde del colapso.
—Mia está aquí para recuperar a mi Eugenio, María —dijo Arleth, su voz temblando de rabia—. Si ella decide perdonarlo, ¿qué va a ser de mi bebé? Eugenio no querrá reconocerlo, y entonces, tendré que contar la verdad… que hay un violador en la familia Obregón.
María se paralizó, sintió como si el aire se hubiese vuelto denso y la tierra bajo sus pies comenzara a desmoronarse.
La idea de que esa horrible revelación pudiera salir a la luz la aterraba.
Sería la destrucción de su familia, la mancha imborrable en su apellido.
—No digas eso, Arleth —respondió María, su tono ahogado por el miedo—. No lo haré, yo acabaré con esa mujer. No permitiré que nos destruya.
Pero en ese preciso momento, una presencia impone