La gente comenzó a murmurar, las voces eran un zumbido inquietante que se extendía por todo el salón.
La escena era escandalosa y dramática, una ofensa imperdonable para los Eastwood.
El aire se cargó de tensión, y cada mirada se posó en Mia, esperando su reacción.
Sin opción, con la vergüenza y la ira consumiéndola, tomó a Eugenio del brazo y lo arrastró fuera del lugar.
Sus tacones resonaron en el mármol del pasillo mientras desaparecían de la vista de los invitados.
Terrance, rojo de furia, apretó los puños. Antes de que los murmullos se convirtieran en un escándalo mayor, Aldo tomó el micrófono, intentando recomponer la situación.
—Damas y caballeros —anunció con voz firme—, la familia Coleman y los Eastwood nos complace anunciar mi compromiso con Mila. Nos casaremos en un mes. No tenemos prisa, pero el amor no puede esperar.
Los aplausos resonaron, y la música comenzó a sonar nuevamente.
Aunque el ambiente se calmó en apariencia, las habladurías persistieron en las sombras.
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