Bianca sintió un dolor extraño en el pecho, un nudo que la asfixiaba desde adentro, como si todo a su alrededor estuviera desmoronándose.
Cerró los ojos por un segundo, intentando calmarse, pero los pensamientos la asaltaban con furia.
«¡Es mentira, ni Paz, ni Randall serían capaces de lastimarme así!», pensó, intentando convencerse a sí misma.
Pero algo en su interior le decía que las palabras de Deborah, por más venenosas que fueran, tenían algo de verdad.
Tomó aire profundamente y se dirigió de nuevo al salón, sus pasos eran firmes, pero su mente estaba perdida, revoloteando entre las dudas y la incertidumbre.
Necesitaba hablar con Randall, necesitaba aclarar las cosas.
Deborah había dicho demasiadas mentiras, y no permitiría que esa mujer arruinara lo poco que le quedaba de confianza en su relación.
Alguien le indicó que Randall se encontraba al final de un pasillo.
Bianca no pensó ni un segundo más y caminó decidida hacia allí, sin saber exactamente qué haría cuando lo encontrara.