—¿Crees que la colección de verdad valga la pena? —cuestionó Helena, sintiendo los nervios a flor de piel.
Había trabajado muy duro durante el último mes para diseñar cada prenda basada en sus emociones. Pero seguía teniendo sus dudas.
¿A la gente le iba a gustar? ¿No sería muy extravagante? ¿Sería igual o más exitosa que las de Atelier?
Muchas preguntas rondaban su cabeza.
—Te aconsejo que esperes y veas la reacción del público —comentó, sirviéndose un poco de agua—. Debes confiar más en tu talento. Si a mí me gustó, a los demás también les gustará. Te recuerdo que te robaron por tus grandes diseños.
Alzó una ceja.
Ella sonrió, cabizbaja. Las palabras de Nicolás siempre lograban hacerla sentir mejor, sin importar el momento. Él tenía ese poder en su voz.
—Muchas gracias. A veces sólo necesito un pequeño empujón para volver a confiar en mí misma.
—Eso veo.
El momento se arruinó cuando Helena alzó el mentón y vio a Gabriel entrando al salón junto a Diana. Agarrados de mano.
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