El beso fue un simple pico fugaz que para Helena significó un antes y un después. Sintió miles de hormigueo por todo su cuerpo, y su corazón no dejaba de latir descontrolado dentro de su pecho.
Gabriel se percató de la reacción de Helena. Ella estaba roja como el tomate y nerviosa, era más que obvio que a Helena le gustaba su hermano. No tenía más dudas.
—Maldición —soltó, con los puños apretados—. No puedo creer que sea cierto.
—¿Qué es lo que tanto te sorprende? —cuestionó Nicolás, con una sonrisa divertida.
Helena seguía asimilando lo del beso. Trató de cubrirse el rostro, porque no dejaba de sentir mariposas por toda su piel.
Gabriel de forma cínica dijo:
—Helena, no esperaba que fueras una zorra para ir a los brazos de mi hermano después de mi rechazo.
La castaña por fin volvió a la realidad después de tal insulto. Iba a protestar, a gritarle a Gabriel, pero no le dio tiempo.
Nicolás se levantó como un ogro, con una energía que parecía sacudir el aire a su alrededor. Sus o