—Te vi —dijo en voz baja, firme—. Vi a tu loba.
Lyra bajó la cabeza, las mejillas encendidas y las orejas ardiendo de vergüenza.
—¿Lo recuerdas?
—Luchaste por mí, me trajiste de vuelta. Claro que lo recuerdo.
—River… —empezó ella, negando con la cabeza, incómoda con el crédito que él le daba—. No hice nada bien… Apenas conseguí traerte vivo... Solo estás bien por los médicos y la tecnología que usan, yo…
—No —la interrumpió con firmeza, sujetándole el rostro con ambas manos—. No subestimes lo que eres. Si no fuera por ti… no habría vuelto. Te vi, de verdad, y fue distinto a todo lo que conocí. Créeme, amor…
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas otra vez. Un nudo en la garganta le impidió hablar por un instante. Solo apoyó la frente en la de él, cerrando los ojos, aspirando el olor cálido y familiar de River, tan real, tan vivo.
—Estoy tan feliz de que estés aquí. Vivo. Bien.
—Todo gracias a ti.
Ella sonrió, los labios temblorosos. Luego se apartó despacio, tomó un pequeño con