EL BESO DE GUILLERMO ARISTIGUIETA.

 Fui en su ayuda rápidamente mientras Anhia y Violeta tocaban la puerta insistentemente, las ignoré y traté de auxiliar a Pablo, toqué su mano y me sorprendí de que su pulso estuviese bien, ni siquiera había heridas, noté que la roca se había quebrado y toda la fuerza que contenía ya no estaba. De repente Pablo se levantó ante mi mirada atónita.

—Creí que nunca lo haría —su voz sonaba algo diferente —. Vamos, no hay tiempo que perder, no me podré quedar mucho tiempo en este cuerpo —seguidamente me miró y sus ojos cambiaron de marrones a un violeta suave. Tomé con fuerza a la extraña entidad que usaba el cuerpo de Pablo, agarrándolo por el cuello, pero este fue más rápido que yo y frustró mi ataque; volví a intentarlo, y obtuve el mismo resultado, el se

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