El interrogatorio termino y Clara decidió quedarse a hacerle compañía a su amiga.
La tarde comenzaba a dorarse detrás de las ventanas del hospital cuando Leonardo regresó. Traía el saco desabrochado, el cabello ligeramente despeinado y esa expresión cansada que siempre lo acompañaba después de un día largo.
Ana lo vio entrar y sonrió débilmente desde la cama.
—Ya pensaba que te habías perdido —bromeó.
Él dejó una carpeta sobre la mesa y se acercó con una sonrisa que le suavizó el rostro.
—Si me pierdo, es solo porque estuve tramitando algo importante.
—¿Ah sí? —preguntó ella, arqueando una ceja.
Leonardo sacó un sobre doblado del bolsillo y lo extendió hacia ella.
—Tu alta médica, señorita Ramírez.
Ana lo miró sin creerlo.
—¿Hablas en serio?
—Completamente. El doctor dice que estás estable y que podrás continuar la recuperación en casa, siempre y cuando sigas las indicaciones al pie de la letra: reposo, alimentación adecuada, y cero estrés.
Ella rió, emocionada.
—Eso último suena impo