CAPITULO 74- YA NO HAY MIEDO.
Leonardo se separó lentamente de ella y, con una voz suave, dijo:
—Ven… siéntate conmigo un momento.
Ana asintió. Fueron hasta el sofá de la sala, aún decorada con flores y cintas. El aroma a rosas flotaba en el aire. Leonardo esperó a que se acomodara antes de hablar otra vez.
—Hay algo que quiero que sepas —comenzó, mirándola con una mezcla de ternura y determinación—. Ya no tienes que dormir en la otra habitación, Ana. Este es tu hogar, y mi habitación… —tomó su mano— también es la tuya.
Ella lo miró sorprendida, sin saber qué decir.
—¿Mi habitación? —repitió en un susurro.
—Sí. —Él esbozó una leve sonrisa—. Donde estás tú ahora puede ser la habitación del bebé.
Ana bajó la mirada, sonrojada. Aún le parecía un sueño escuchar esas palabras.
—Todo ha pasado tan rápido —confesó—. Ni siquiera he tenido tiempo de asimilarlo…
—Lo sé —respondió él con serenidad—. Pero no hay prisa. Todo a su tiempo.
Ella lo observó unos segundos y luego murmuró:
—Leonardo, hay algo que me preoc