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CAPÍTULO 9 PT 1

STEFANO HARRISON

El aparato se me cae de la mano junto con el vaso en el que estaba bebiendo whisky. Se parte por la mitad derramando el líquido y manchando la alfombra.

Una avalancha de escenas pasan por mi cabeza, una es peor que la otra.

Todo toma forma, todo se junta y lo único que puedo hacer es servirme otro puto trago y beberlo sin importarme que me queme la garganta. Jodida mi3rda.

–¿Me acosté con Abby? En la recepción de Salvatore–Una sonrisa amarga brota de mis labios y creo que la maldita cabeza me va a explotar con esta noticia.

La vuelvo a llamar una y otra vez pero la muy cría no contesta el puto teléfono.

–Abby King, contesta el maldit0 celular o te juro que soy capaz de darte un par de nalgadas cuando te vea–Nada.

Aviento el aparato lejos sintiendo algo extraño en mi pecho. ¿Emoción? ¿Enojo? ¿Ira? ¿Satisfacción?

Pero qué m****a estoy pensando. ¡¡Me acosté con la hermana de mi capo!! ¡¡Una cría de 19 años!! Jodida mi3rda. Soy un maldit0 enfermo. Un puto depravado.

La puerta se abre dando paso a la nana de mi hija, Miranda.

–Señor, se encuentra bien– no, no estoy bien. ¿Cómo voy a estar bien si me acabo de enterar de que metí la polla en donde no debía?. Si Salvatore se entera. ¡Joder!

–Señor– vuelve a insistir la mujer.

Me recuesto en la silla llevando una mano a mi frente. Esto no puede ser peor.

–Estoy bien– No lo estoy.

–Solo cosas del trabajo. Me enteré de una falla en un departamento– miento. Una falla que voy a solucionar porque no puede volver a pasar.

La mujer asiente. Miranda ha sido la mujer que ha cuidado de mi hija desde que la pequeña fue puesta en mis brazos. Ama a mi hija.

Si está aquí es porque necesita algo. A sus 45 años, su vida no ha sido del todo fácil. Ha dedicado su vida a servir a mi hija. Es como una nana para Lía.

–Sucede algo Miranda. ¿Lía necesita algo?–da un paso y asiente.

Abro el primer cajón para sacar dinero. Miranda sabe donde está el dinero en esta casa, es una de las pocas mujeres en las que confío.

Dejo encima de la mesa una cantidad alta.

–Lo que necesito no es dinero, Señor–levanta una ceja.

Imagino lo que está a punto de salir de su boca.

–Necesita tener más tiempo con Lía, ella ha estado un poco triste–lo sabía.

Trato de relajarme y no descargar mi ira con la pobre mujer.

–Miranda–trato de detenerla pero esta mujer continúa.

–Entiendo el peligro que puede implicar el que salgan. Pero si solo la llevara a la empresa mañana y tuvieran una tarde padre e hija– Niego una y otra vez.

Amo a mi hija pero no puedo exponerla al peligro. Siendo el subjefe de Salvatore tengo un enemigo en cada esquina de esta ciudad. Y no puedo permitir que algo malo le pase a Lía. Sin ella mi vida terminaría.

–Por Dios Miranda, tú más que nadie sabe que pertenezco a la Mafia. ¡¡Soy el subjefe de Salvatore King!!–Estampo las manos en el escritorio y me pongo de pie.

La mujer se sobresalta y me mira con sorpresa.

Es la primera vez que levanto la voz en esta casa, y a ella. No quiero desquitar el problema monumental que tengo ahora con cierta persona que ya no quiero mencionar.

Rápidamente se levanta.

Puedo ver el temor en su mirada.

–Yo lo siento, si mi sugerencia lo molestó lo lamento– se dirige a la puerta.

–Le diré a Lía que invente alguna cosa en el ensayo que tiene que escribir para la escuela.

–Nuevamente pido disculpas–se retira logrando que mi cabreo aumente. Retengo la rabia. Me excedí.

Por Dios Stefano, qué te está pasando. Me encierro en mi despacho por un par de horas más. Cuando logro calmarme dejo un mensaje a Miranda pidiendo disculpas por mi comportamiento.

Me acerco a la habitación de mi hija, paso el umbral y observo el lugar que está pintada en color lila pastel.

Hay mini sillones en colores blancos, en cada uno hay un oso de peluche. Todo está perfectamente ubicado.

La lámpara de su mesita de noche en forma de conejo alumbra intensamente mostrando el cuerpo de mi hija que yace acostada en su cama diminuta blanca con orejas de conejo. Fue una tarea difícil encontrarla, pero a mi princesa lo que quiera.

Cubro su cuerpo y dejo un beso en su mejilla. Mi hija es lo que más amo en el mundo y si llegara a ser lastimada, no puedo siquiera pensar en lo que haría.

Me quedo observándola tal vez por un par de horas.

Una vez que he tomado mi decisión le escribo a Lucas el jefe de seguridad. Doy indicaciones precisas.

Llevaré a mi princesa conmigo mañana.

Ingreso a mi habitación no sin antes recibir un mensaje de Tore donde detalla que la pequeña Blanca ya está mejor. Aun así, se quedará unos días más en el hospital, pero que pasará a la empresa a firmar unos papeles.

Me recuesto en cama sabiendo que mañana me espera un día muy largo. Y más con esa hechicera de ojos azules que no me puedo quitar de la cabeza.

Soy un hombre de temple y resistencia, pero mis años de entrenamiento en la mafia se van volando cuando estoy al lado de esa mujer. Me desarma.

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