POV: Carlos
Morir es sencillo.
Lo difícil es decidir cuándo dejar de existir para los demás.
Me observé en el espejo sin prisas, como quien evalúa una obra inconclusa. La luz era tenue, suficiente para revelar las líneas nuevas en mi rostro. No eran marcas de desgaste. Eran pruebas. Cada una contaba una historia de resistencia, de cálculo, de paciencia.
El hombre que había muerto no tenía esta mirada.
Ese hombre aún creía que el amor era una forma de control permanente. Que las cosas importantes —las mujeres, las lealtades, el poder— se quedaban donde uno las dejaba.
Sonreí apenas.
Qué ingenuo había sido.
Apoyé ambas manos en el lavabo. El reflejo me devolvió a alguien distinto. Más delgado. Más preciso. No mejor… pero sí más consciente. La muerte había sido una herramienta. Un corte limpio. Una pausa necesaria para reescribirlo todo.
Isabella nunca lo entendió.
Para ella, mi muerte había sido una huida. Una derrota. Un acto desesperado.
Nada más lejos de la verdad.
Morí porque era la