LEV
Anya está en la cama del hospital, la pierna recién cosida y vendada, su rostro pálido pero sereno. Me siento a su lado, la culpa quemándome después de cortarla, creyendo que era Nikita, solo para escuchar sus sollozos, su voz rota suplicándome. No sé cómo sigue aquí, confiando en mí. Su mano se alza, temblorosa, y acaricia mi rostro, sus dedos fríos rozando mi mandíbula.
—Lev —susurra, su voz débil—, tendremos que irnos de casa, ¿verdad? A un lugar más tranquilo. Te escuché… decirlo antes.
La miro, buscando a Nikita, la Zmeyka que me desafió en el sótano con esa sonrisa letal. Pero solo veo a Anya, la esposa que construí con mentiras y pastillas.
Se supone que estaba cansado de ella… Pero desde que volvió a aparecer Anya, solo quiero cuidarla y más después de herirla.
Me siento frustrado porque no le saqué ninguna información a Nikita, pero quizás aliviado porque esa maldito víbora desapareció.
¿Qué demonios es lo que quiero? ¿Sacarla información a Nikita? ¿Quedarme con Anya como