LEV
Velvograd no era una ciudad. Era un refugio, un símbolo, una frontera entre el mundo y mi imperio. Encajada en las montañas, invisible desde el aire y con rutas ocultas que solo mis hombres conocían, funcionaba como la columna vertebral de mis operaciones. Desde allí distribuíamos armas, gestionábamos contrabando, trazábamos alianzas. Era la capital de mi sombra.
Y estaba a punto de abandonarla por unos días.
Tenía que hacerlo. La tensión en Voravia era palpable, mis hombres estaban inquietos, desafiaban decisiones que antes ni se atrevían a pensar. Y todo por ella.
Anya.
La mujer que dormía a mi lado, envuelta en la sábana, respirando de forma tan apacible que parecía ajena a la guerra que yo cargaba en los hombros.
Lo que empezó como un plan para obtener información importante, había cambiado de manera drástica y estaba por ir en mi contra si no lo arregla.
Me acosté junto a ella esa noche con la intención de descansar, de que su cuerpo contra el mío me ofreciera algún tipo de p