—¿Qué significa esto?
La voz de Sebastián se alzó con una mezcla de furia y confusión mientras observaba el video en la pantalla del celular. Su rostro, que siempre se mostraba imponente, ahora era un retrato de incredulidad.
Dianella sintió que se le paralizaba el cuerpo. El corazón le latía con fuerza y una oleada de sangre le subió al rostro, haciéndolo arder.
Estaba harta. Herida. Traicionada.
—¿Por qué traicionas así a tu hermana, Thomas? —espetó Sebastián, todavía sin mirar a nadie más que al muchacho que tenía el teléfono en la mano—. ¡Ella empujó a tu hermana! ¡¡Dianella la empujó!!
—¡Basta! —gritó Thomas, con los ojos inyectados de rabia contenida—. ¡Mírelo tú mismo! ¡Deje de decir tonterías!
Y le extendió el celular.
Sebastián tomó el teléfono con manos temblorosas. La imagen del video comenzó a reproducirse una vez más.
El silencio fue absoluto. Se podía escuchar el sonido del tráfico en la grabación, la voz lejana de Elen discutiendo con Dianella, los empujones, los gritos