Cuando Sebastián escuchó el motor de un auto encenderse, un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Corrió hacia la ventana con el corazón acelerado, como si algo dentro de él supiera que estaba a punto de perderla. Y entonces la vio. Melissa. Sola, decidida, alejándose a toda velocidad por la entrada de la casa.
El miedo se le clavó como una daga. Miedo real. No de perder una discusión o de aceptar una derrota… sino de perderla a ella, completamente.
Bajó de inmediato, sin pensarlo. Tomó las llaves del otro coche y salió tras ella, como si en ese impulso pudiera recuperar lo que sentía que ya se le escapaba entre los dedos.
Desde una de las ventanas, Julián los observaba con los dientes apretados, odió ver que Sebastián seguía a la mujer, porque él pensaba hacer lo mismo, y tal vez si la encontraba vulnerable, entonces, obtendría algo màs. Pero, al ver a Sebastián tras ella, sus ideas se fueron al diablo.
"Maldito engreído", pensó, lleno de frustración.
"Si no la quiere, yo sí. Y de paso