Cuando el llanto de Melissa finalmente cesó, una calma serena la envolvió.
Sus ojos, aún vidriosos, se posaron en el parque frente a ellos, donde una ligera brisa mecía suavemente las flores moradas que crecían al borde del sendero.
Aquellas pequeñas flores parecían esconder secretos antiguos en su delicado color, y Melissa se quedó contemplándolas con un aire de fascinación.
—¡Qué hermosas son! —exclamó con una sonrisa tímida, aun tratando de recuperar la paz interior—. ¿Verdad que sí?
Él, observándola con ternura, devolvió la sonrisa con suavidad y, como si compartiera un pequeño secreto, comenzó a explicarle—:
—Se llaman Dianellas —dijo con voz pausada y cargada de significado—. Son una planta especial, cuyas flores, de un intenso color morado, a veces son conocidas como el lirio azul. Pero lo más importante, Melissa, es que tienen una característica muy particular: son flores resilientes. Crecen en medio de la adversidad, en lugares donde otras no podrían sobrevivir, y aun así, log