Capítulo 44

3:40 p.m.

Anastasia había permanecido en silencio casi todo el día. Matilde, atenta desde su rincón, la observaba con preocupación. No quería suponer que doña Amelia había empeorado, pero conocía bien esa quietud cargada de tormenta. Suspiró. Si algo sabía Matilde era reconocer el dolor de una mujer, incluso cuando se ocultaba bajo pretensiones y falsas sonrisas.

—Ana… ¿Te tomas un café conmigo? —le propuso con dulzura.

—Gracias, Matilde, pero aún no termino.

—Has pulido esa mesa tres veces en lo que va del día. Más brillo no vas a sacarle —le respondió con una media sonrisa, mientras le tomaba la mano con firmeza y le quitaba el paño de limpieza—. Vamos, sé que lo necesitas.

Anastasia no encontró una excusa convincente. Sin más defensa, aceptó la invitación de su amiga.

Ya en uno de los cafetines de la empresa, Matilde la abordó sin rodeos.

—Ahora sí, Ana… ¿qué te sucede? Esta mañana eras la viva imagen de una muerta en vida. ¿Está bien tu madre?

—Está estable, gracias a Dios.

—Ajá…
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