Todo se estaba saliendo de control. Laura no había ido sola: dos mujeres más la acompañaban, y todas parecían recién salidas de un ritual de venganza.
—¡¿Esa pelirroja es tu nueva golfa?! —bramó Laura como una posesa, señalando a Verónica con los ojos inyectados de rabia.
—No te debo ninguna explicación —le espetó Javier con el rostro endurecido—. Esta relación se quebró hace tiempo. Así que lárgate. No quiero verte ni un segundo más.
—¡No me iré hasta sacarle los ojos a esa desgraciada roba novios!
—¡Acércate, que yo no te temo, despechada! —le respondió Verónica desde más atrás, desafiante, sin vacilar.
—¡¿Qué está sucediendo aquí?! ¡No permitiré escándalos frente a mi casa! ¡Se van inmediatamente o llamo a la policía! —intervino Nancy, alarmada al ver el espectáculo que se formaba en su jardín.
—¡Usted debe ser la mamá del alcahuete de Gabriel! ¡Él es el culpable de que Javier me dejara! —Laura parecía poseída por una fuerza que la devoraba desde adentro.
Giré hacia Gabriel. Él obs