Tuve que hacer una excelente actuación para que Noah no notara mi estado ansioso; sonreír cuando me sentía rota no era fácil. Continuaba aturdida por lo sucedido horas atrás. Hablamos un largo rato mientras Verónica conducía de regreso a casa. En ese momento, la agenda ocupada de Noah jugaba a mi favor, ayudando a que no se enfocara demasiado en mi estado de ánimo.
—El viernes pasaré por ti, es nuestro día especial… pero pienso agregar el sábado también. Cariño, más pronto de lo que supones se sumarán muchos más —me aseguraba con ternura. Su voz me hacía bien; no obstante, la culpabilidad no me abandonaba. Los labios de Gabriel irrumpían en mi mente sin ser invitados.
—Un día a la vez… —murmuré.
—Lucía, debo dejarte. Tengo una reunión con los programadores. Supongo que tendré que recompensarte por tanta ausencia.
—Yo te entiendo, así que no hay problema. Desde un principio sabía en lo que me estaba metiendo.
Noah soltó unas carcajadas al otro lado del auricular.
—¡Parece que hablaras