Mi teléfono está vibra que vibra, lo saco del bolso y es Edward el que me llama. Aunque no quiera que se entere, no tengo a nadie más a quien acudir, así que dejando mi vergüenza y orgullo a un lado le contesto.
—Preciosa acabo de terminar voy a buscarte… ¿Preciosa me escuchas?
—¿Puedes venir por mí a otro lugar, por favor?—el llanto no me dejaba pronunciar palabra.
—¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
—Sí, pero por favor ven por mí. Te explico luego.
—Mándame tu ubicación y no te muevas de donde estás, por favor.
A los veinte minutos llega y estaciona el auto en la cafetería, cuando veo que se baja voy a su encuentro no quiero estar un minuto más aquí.
Está preocupado, lo veo en su rostro y sus espectaculares ojos me escanean de arriba abajo.
—¿Qué pasó? Estás temblando.
Me abraza y me aprieta contra él, sentirlo conmigo me tranquiliza y me da paz. Me abre la puerta del auto y una vez adentro le explico lo que me ocurrió, veo como aprieta el volante hasta quedar sus nudillos blancos, su