Emilia marcó a Sofía y esperó con el pulso en la garganta. Mientras, Lucas la miraba desde el sofá, con el teléfono en la mano; en su rostro se dibujaban la mezcla imprecisa de esperanza y miedo que solo alguien que ha amado sin reservas puede mostrar.
—Sofía —dijo Emilia, tan pronto la voz amiga respondió—. Tenemos al primo de Lucas en la lista. Hay pruebas, nombres, transferencias. No es sólo una corazonada. Está implicado hasta el cuello.
Del otro lado de la línea, Sofía tardó una fracción de segundo en recomponer la calma profesional que la caracterizaba.
—Envíame todo lo que tengas ahora mismo —ordenó—. No toques nada. No informes a nadie fuera del canal. ¿Estás segura de que no está manipulado?
—Lo revisé yo misma —contestó Emilia—. Y Maike comprobó los vídeos. Es él.
Lucas apoyó los codos en las rodillas y apretó las manos hasta que la piel palideció. Emilia dejó el teléfono en altavoz. Escuchó cómo Sofía hacía preguntas técnicas, pidió direcciones, habló a su equipo. En la h