El olor a combustible y metal oxidado impregnaba el aire del hangar. Lucas despertó con un dolor punzante en la nuca y las muñecas atadas a la espalda en una silla de madera. Las luces de neón parpadeaban, revelando un espacio enorme, lleno de cajas apiladas, olor a humedad y sombras en movimiento. El eco de pasos le confirmó lo que ya intuía: no estaba solo.
—Por fin despiertas —dijo una voz femenina, con frialdad. Rafaela Brock emergió de entre las sombras, impecable incluso en aquel escenario. El brillo de su mirada era el de alguien que ya no fingía.
—Rafaela… —la voz de Lucas era un gruñido contenido—. ¿Qué esperas lograr con esto?
Ella inclinó la cabeza, una sonrisa torcida en los labios —Lo que me negaron. Lo que tú y tu preciosa agente de cuarta me arrebataron. Si TecnoInv no es mío, tampoco será de ustedes.
Dos hombres armados se acercaron. Lucas midió la distancia: demasiado para intentar una fuga. El nudo en su estómago no era miedo, sino rabia. Pensó en Emilia, en su sonri