La semana transcurrió con una normalidad que a Emilia le parecía casi incómoda.
Desde que Lucas y ella habían decidido rehacer su vida juntos, la rutina se había vuelto sorprendentemente apacible: desayunos compartidos, trabajo en TecnoInv, cenas improvisadas en su departamento.
Pero el jueves por la noche, un detalle insignificante encendió la alarma que nunca se apagaba del todo en su interior de detective.
Estaba regresando sola del gimnasio cuando notó el reflejo de un destello metálico en el espejo retrovisor de su auto. Primero pensó que era un faro distante, pero el brillo persistía a cada giro, a cada semáforo. Un vehículo oscuro, tal vez una camioneta, mantenía la misma distancia.
Redujo la velocidad para verificar si se trataba de una coincidencia. El vehículo también redujo. Cuando tomó un desvío inesperado hacia un callejón lateral, el mismo reflejo volvió a aparecer.
Emilia sintió el escalofrío familiar del peligro. Su instinto de investigadora se activó de inmediato: r