Las luces de TecnoInv parecían nunca apagarse. A las tres de la mañana, los ascensores seguían zumbando, aunque la mayoría de las oficinas estaban en penumbra. Emilia aguardaba en el vestíbulo junto a Lucas, con la carpeta de pruebas apretada contra el pecho. Cada minuto pesaba como plomo.
El sonido de tacones rápidos anunció la llegada de Sofía Herrera. Su cabello oscuro estaba recogido en una coleta alta; el abrigo de la Policía de Investigaciones le confería autoridad natural. Tras ella entraron dos agentes vestidos de civil, portando maletines con sellos judiciales.
—Emi —saludó Sofía, abrazándola brevemente antes de ponerse seria—. Tenemos la orden firmada. El fiscal quiere todo resguardado antes de que amanezca. ¿Él es el vicepresidente?
—Lucas Thoberck —respondió él, extendiendo la mano. Su voz era controlada, pero sus ojos estudiaban cada gesto de la oficial.
Sofía asintió.
—Necesitaremos acceso completo a los servidores, bóvedas de datos y cuentas internas. ¿Podrá acompañarno