La noche de la ciudad latía con luces doradas cuando Rafaela Brock apareció frente al edificio de TecnoInv. Su vestido de satén negro absorbía el resplandor de las farolas, y el leve perfume a jazmín la precedía como una invitación silenciosa.
—Lucas —dijo, inclinando la cabeza con una sonrisa medida—. No puedes quedarte encerrado en la oficina para siempre. Ven a cenar conmigo. Necesitas distraerte.
Él dudó apenas un segundo. Las imágenes de Emilia seguían martillando su mente: la risa en el bar Lun, la cercanía de aquel hombre. Quizá una noche lejos de esos recuerdos lo ayudaría a respirar.
—De acuerdo —respondió con un hilo de voz.
El restaurante Levi se escondía tras una puerta discreta en una calle lateral. Dentro, las mesas estaban iluminadas por velas altas, y un cuarteto de cuerdas llenaba el aire con notas suaves. Rafaela eligió una mesa junto a una ventana que dejaba ver la ciudad como un mar de luces.
—Por nosotros —brindó ella, alzando una copa de vino tinto—. Por los que