POV: Franco
El silencio en el salón del convento de Sintra era más pesado que el plomo. La Abadesa, con su rostro austero, había lanzado su ultimátum: abrir el Pergamino ahora, o irnos sin la clave para el Monte Athos
Miré la caja de ébano y titanio que contenía el Pergamino. Era la herencia Moretti, la profecía, la carga que había intentado evitar toda mi vida. Y estaba cerrada. No por un mecanismo de fuerza bruta, sino por un sello espiritual impuesto por mi padre y su hermana, la Abadesa.
—¿Abrir el Pergamino? ¿Qué clase de condición es esa? —pregunté, mi voz sonando áspera en la paz forzada del claustro. —Si no tenemos la clave de Elisa, la caja está sellada.
—El Dueño, mi hermano, era un hombre de grandes ironías —replicó la Abadesa, inmutable. —Puso una cerradura externa, que solo el toque de la "llave" puede descifrar. Pero puso una cerradura interna, que solo la verdad del linaje puede desbloquear. Un Dueño y una Arquitecta unidos, sin mentiras ni fantasmas entre ellos.
Miré a