POV: FrancoRichard Larson salió de la sala de conferencias como si hubiera visto un fantasma, con la cara pálida y temblando. Ni siquiera se despidió. El abogado lo seguía, mirando a Dante, mi consigliere, como pidiendo permiso para respirar. Dante asintió con un gesto, y el par de idiotas desapareció.Mi gente se movió para recoger los vasos y los planos.—Fuera— ordené, mi voz tranquila pero firme—Todos. Quiero privacidad. Ahora.La sala se vació en un segundo. Solo quedamos ella y yo.Helena seguía sentada. Su espalda estaba rígida, pero la mano que sujetaba el lápiz temblaba levemente. Supe que la había golpeado donde más le dolía: la amenacé con la ruina y luego, en lugar de hundirla, la salvé sólo para reclamarla.Me puse de pie y caminé lentamente alrededor de la mesa. Me detuve justo detrás de ella. Pude oler su perfume. Era nuevo, no el que recordaba, pero seguía siendo peligroso—Tu empresa está a salvo,— dije en voz baja, casi un susurro. La frase flotó entre nosotros—Ese
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