POV: Helena
El motor del jet rugía bajo mis pies, una sinfonía sorda de velocidad que nos arrancaba de la neblina mística de Sintra y nos lanzaba hacia la cruda geografía de Grecia. Miré por la ventanilla, no buscando el paisaje, sino el reflejo de mi propio rostro. Había visto la frustración en los ojos de Franco, la rabia controlada cuando la Abadesa le impuso una barrera inquebrantable: el Monte Athos.
Su arrogancia de "Dueño" se había estrellado contra un muro de mil años de misoginia eclesiástica. Y yo, su Arquitecta, estaba obligada a derribarlo.
Si mi existencia es una prueba, haré de la violación de una norma milenaria mi coronación. Yo soy el Cincel. Y el Cincel trabaja en la oscuridad.
Franco estaba al otro lado del pequeño salón privado, concentrado en su teléfono satelital, coordinando la logística con Lorenzo. Nuestros roles se habían invertido: él proveía el músculo y la información; yo dictaba el método de ataque. Él necesitaba a Elisa para el Pergamino; yo necesitaba a