POV: Franco
El silencio en el asiento trasero de mi Bentley era más ensordecedor que la sinfonía de bocinas de la autopista. Un silencio que solo era la anticipación de la cacería que estaba por suceder.
Mi mano rozó el bolsillo interior de mi chaqueta. No había una rosa allí, pero sentía el recuerdo de su tallo espinoso y el color rojo sangre que había dejado anoche en el coche de Helena. La nota era mi firma, mi declaración de guerra: Sé que estás en apuros, cara mía, y ahora te poseo por duplicado.
Había pasado la noche despierto, no por el imperio que ahora controlaba, sino revisando los archivos. Cada movimiento de Helena durante los últimos cinco años estaba documentado, calculado, fotografiado, reportado. Su éxito como diseñadora era brillante, una fachada perfecta. Pero había una grieta, y mi gente la había encontrado: la demanda de veinte millones por fraude en Denver. Una trampa planeada.
Ella está arrinconada. Está aquí no por codicia, sino por desesperación. Necesita mi dinero para comprar su seguridad y la de mi hija. Esta no es la Helena ingenua y enamorada que rompí; esta es una guerrera que lucha por sobrevivir. Eso me complacía. Una mujer que lucha es una mujer que merece ser doblegada.
A las 7:45 AM, llegamos al complejo de la nueva mansión, un lugar que había sido planeado como un monumento a mi poder, y que ahora se sentía como un costoso escenario para nuestra reunión.
Mi consigliere, mi mano derecha, Dante, me esperaba en la entrada, su rostro tan firme y frío como el mármol que yo planeaba usar.
—La diseñadora Helena Dandelion está en la sala de conferencias temporal,— me informó Dante, manteniéndose profesional. —Llegó hace diez minutos. Impecable, puntual. Ha ignorado todas las preguntas de mi personal.
—¿Y el otro invitado?—pregunté, mi voz baja y áspera.
—Richard Larson. Llegó hace cinco minutos, con su abogado. Está nervioso. Cree que ha asegurado su negocio con el señor Moretti.
Una sonrisa cruel se curvó en mi boca. Larson era el jefe del bufete que estaba demandando a Dandelion Designs. Un peón en mi jugada, que se creía lo suficientemente inteligente como para jugar a dos bandas: arruinar a Helena para demostrarme lealtad y luego esperar una bonificación por el diseño de la mansión. Larson no sabía que estaba a punto de sentarse a la mesa con el hombre cuya ex-amante y madre de su hija estaba tratando de destruir.
Esto no es justo. La situación legal de Helena es una m****a que yo debería haber manejado. El hecho de que este gusano de Larson se sienta con derecho a destruirla... es un insulto a mi propiedad. Ella es mi problema. Solo yo puedo destruirla.Entré en la sala de conferencias.
La escena era perfecta. Helena estaba de pie, examinando un plano arquitectónico en una mesa de luz, con un lápiz en la mano. Vestía un traje pantalón gris, perfectamente adaptado a su figura, con una camisa blanca que solo acentuaba el tono claro de su piel. Su cabello rubio oscuro estaba recogido en un moño bajo, militar. Un uniforme. Era la mujer más hermosa y profesional de la sala, y me ignoraba por completo.
—Buenos días, Señora Dandelion,— dije, mi voz inundando la sala con autoridad. —Veo que ha decidido honrarnos con su presencia. Creía que mis órdenes de supervisión podrían haber sido demasiado... demandantes.
Ella levantó la vista. Sus ojos, ese azul claro, eran fríos, tan helados que podrían congelar la sangre. No había miedo. Solo resentimiento.
—Señor Moretti,— respondió, su voz profesional y monocromática, sin una pizca de emoción. —Mi contrato estipula que soy una diseñadora de exteriores e interiores de tiempo completo. Estoy aquí para trabajar. Su presencia es opcional, como notifiqué a su equipo.
Ella me desafió directamente. Yo sonreí internamente. Esto era mucho mejor que un reencuentro lloroso. Esto era una prueba de voluntades.
Me senté en la cabecera de la mesa, haciendo un gesto a Larson para que se sentara a mi lado
—Bien. Entonces empecemos. Por favor, señora Dandelion, tome asiento. Tengo a dos personas aquí que deben conocer.
Helena se sentó frente a mí, su espalda recta, su expresión seria y firme.
—Helena, te presento a Richard Larson, de Larson y Asociados. Y Richard, te presento a Helena Dandelion, la diseñadora principal de este proyecto, de Dandelion Designs.
Vi la expresión en el rostro de Larson: miedo y confusión. Vio a la mujer que estaba demandando sentada en mi mesa principal.
Míralo, Helena. Es un animal acorralado. El juego empieza ahora, y yo soy el único que tiene la llave de tu jaula.
Durante los siguientes quince minutos, hablé de cosas generales, asuntos sin tanta importancia, ignorando la tensión. Helena apenas parpadeaba, sus ojos fijos en los planos. Larson sudaba, sin saber a quién ofender.
Finalmente, decidí terminar con el preámbulo.
—Ahora, Larson,—dije, volviéndome hacia él con una sonrisa que no llegó a mis ojos. —Hablemos de negocios. Tengo entendido que usted está muy interesado en la estabilidad financiera de Helena Dandelion. ¿No es cierto?
Larson carraspeó.
—Señor Moretti, me temo que Dandelion Designs ha cometido un grave error. Mi bufete ha sido contratado por los inversionistas de Denver para proceder con una demanda de fraude. No es personal, son solo negocios…Helena se movió por primera vez, un movimiento casi imperceptible de su mano, que apretó el lápiz con tanta fuerza que temí que se rompiera.
Ahí estás. Vulnerable. Y ahora me verás jugar.
Me incliné hacia adelante, mis ojos fijos en los de Helena, ignorando a Larson.
—Ya veo,— dije, mi voz tranquila pero cargada. —Entonces, señora Dandelion, necesito saber: ¿Es su empresa financieramente estable?¿Puede manejar este proyecto, o su reputación y sus activos están a punto de ser destruidos por este... inconveniente?
Ella no me dio el gusto de temblar. Mantuvo su mirada, aunque sus hombros estaban tensos.
—Mi empresa es perfectamente estable, señor Moretti,— respondió, la profesionalidad de su voz inquebrantable. —Y mi reputación se sustenta en mi trabajo, no en los litigios infundados. Yo puedo manejar este proyecto. El problema es: ¿puede usted manejar las distracciones?
Era una estocada, y yo la aprecié.
—Bien dicho— respondí, reclinándome en mi silla. Levanté la mano, interrumpiendo a Larson, que iba a replicar.
—Larson, usted ha cometido un error. La señora Dandelion tiene razón. La estabilidad de mi diseñadora principal es una prioridad. Por lo tanto...
Me volví hacia Helena, sintiendo el poder de mi decisión.
—Larson, usted retirará inmediatamente esa demanda por fraude contra Dandelion Designs. Y no, no es opcional. Es un favor personal que le pido a cambio de su vida.
Larson palideció.
—¡Señor Moretti, no puedo hacer eso! Mis clientes...—Sus clientes estarán más interesados en mantener su cabeza unida a su cuello que en el drenaje de Denver—lo corté con frialdad. Luego, volví mis ojos a Helena, ignorando al hombre que respiraba agitadamente a mi lado
—Ahora, señora Dandelion, su empresa es estable. Su única obligación es hacia mí y hacia mi proyecto. Pero su contrato aún tiene un detalle que me incomoda, dada la seriedad de su trabajo y el peligro de mi mundo.
Me puse de pie, apoyando las manos en la mesa, acercando mi rostro al suyo
—Desde este momento, usted no vivirá en su apartamento. Dante ya ha dispuesto de sus pertenencias.
Helena abrió la boca, por primera vez, genuinamente conmocionada.
—Usted y Elisa se mudarán a la mansión Moretti. Ahora.
Tú no vas a huir, Helena. Vas a vivir bajo mi protección, y yo te veré, todos los días, hasta que seas mía de nuevo. Y Elisa estará aquí. Bajo mis ojos. Donde pertenece.